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Los Capuchinos en laPenínsula Ibérica la provincia de Guayana, por lo que la misión llevó conjunta­ mente ambas designaciones, y así las cédulas de erección (7 fe­ brero 1686, 29 abril 1687) comprenden una y otra. 6 8 8 . Los misioneros designados para la primera expedición fueron: Tomás de Lupián, Gabriel de Barcelona, José de Seva, Pedro de Aneto, Arcángel de Barcelona, Basilio de Barcelona y Félix de Mosset, más Fr. Silvestre de Montargull, Fr. Gil de Vi- llamayor y Fr. Angel de Llevaneras. A ellos se unirán luego To­ más de Barcelona y Raimundo de Figuerola, que se encontra­ ban en Cumaná, totalizando así el número convenido de 12. 689. Los primeros diez consignados no emprendieron viaje hasta el 2 de julio de 1687, arribando a Puerto España (Trini­ dad) el 25 de agosto. Elegido por todos el Prefecto o superior, salieron el 12 de octubre por varios sitios de la isla con el fin de buscar los que fuesen más a propósito para establecer cen­ tros misionales. Su acción se dirigió casi exclusivamente a la parte sur, donde se encontraban los indios naparimas, que eran poco más de mil, y tan rápida y eficaz fue, que, antes de finali­ zar aque! año 1687, ya tenían fundadas tres poblaciones; en los siguientes años establecieron otras cinco, algunas de las cua­ les no subsistieron. Con todo, dada la buena voluntad de los in­ dios, para 1707, ya se consideraban todos cristianos y debida­ mente instruidos, hasta el punto de que el gobernador de la isla exponía al rey que podían ser entregados al obispo estos cuatro pueblos: Naparima o Guairia, Sabana Grande, Sabaneta y Montserrat. La contestación fue que el obispo se hiciese car­ go de dichos pueblos y que pusiese en ellos curas seculares. 690. Las gestiones para ese paso decisivo no se hicieron con la prontitud exigida. De todos modos, por acuerdo del obispo y gobernador, aquellos pueblos reducidos a dos pasa­ ron de régimen misional a doctrina o parroquia. Los religiosos se consideraron así desligados y, aunque continuaron en sus puestos un año más, el uno de febrero de 1714 dejaron la is­ la, a la que volverían posteriormente no por obligación sino por caritativa condescendencia. De todos modos en Trinidad 348

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