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ActividadApostólica hospitales o lazaretos los conventos de Pamplona y de Tudela, y algunos religiosos murieron víctimas de esta caridad. Duran te la exclaustración, en la epidemia de fiebre amarilla de 1854, Lorenzo de Mataró (+ 1886) se entregó en cuerpo y alma al servicio espiritual y material de los apestados, incluso dando sepultura a los muertos. 575. Apenas restaurada la Orden en 1877, la oleada del cólera morbo de 1885 estrena también la proverbial caridad de los capuchinos en tiempos de peste. Los religiosos de Masa- magrell, Ollería, Montehano y Fuenterrabía se ofrecieron en masa para asistir a los contagiados, suplir párrocos y hacer de sepultureros. Los religiosos de Igualada merecieron ser conde corados públicamente por las autoridades civiles (cfr. bibliog., en Melchor, Historia generalis III, 492). 576. La asistencia a los moribundos, fuera de los tiempos de peste y epidemias, no obstante estar ligada normalmente al ministerio de la confesión, fue otra de las especialidades de los capuchinos españoles, incluso antes de aceptar dicho mi nisterio prohibido por las Constituciones. Ya en 1599 el ar zobispo de Zaragoza informaba a Felipe III: “ Aunque no con fiesan, me parecen útiles por ser gentes muy mortificada, de mucha oración y provechosos para ayudar a bien morir, que es de los más principales institutos que ellos tienen y de mayor beneficio para el prójimo” . Por una carta del guardián del con vento de Toro al Comisario de Cruzada en 1785 sabemos del “ continuo ejercicio de ayudar a bien morir” practicado por los religiosos de aquel convento y seminario. Es un apostolado que no tiene publicidad, pero sumamente ingrato y difícil porque suponía pasar inacabables horas de vela durante no ches y días en las largas agonías y a veces luchar a brazo par tido con almas rebeldes hasta que la gracia ganaba el alma o esta pasaba a su Creador. La historia nos ha conservado algunos casos concretos de este ejercicio o apostolado, por tra tarse de moribundos ilustres. José de Madrid, predicador de Carlos II, ayudó a bien morir a la reina madre Mariana de Aus tria y a la reina María Luisa de Orleans primera esposa de 299
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