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Actividad Apostólica Madrid, el mejor de los predicadores capuchinos del último tercio del siglo XVII: en el diploma, que ledaba derecho a los gajes (60.000 maravedises anuales), se hace constar su “sufi ciencia, habilidad, letras, ejemplo y buena doctrina”. A él correspondió predicar las honras fúnebres de la emperatriz Claudia Felice de Austria en 1676, de la segunda esposa de Felipe IV y madre de Carlos II doña Mariana de Austria en 1689, y del propio Carlos II en 1700. Estas honras fúnebres fueron publicadas con títulos que ya se resienten del gusto de la época, tal vez impuestos por la corte: “la Aguila impe rial”, “trono sacro”, “lamentos de España afligida”, etc. 531. El siglo XVIII se estrenó con la Guerra de Sucesión (1701-1715) que trajo consigo el desconcierto y la división aún entre los miembros de una misma provincia, segúnfueran partidarios, como lo erantambién el clero y,el pueblo español, del archiduqueCarlos de Austria o de Felipe de Anjou. Las dis cordias políticas paralizaron la vida religiosa del país. Para col mo de males, se adueña de la oratoria sagrada la escuela cul tista, con sus dos formas de culteranismo y conceptismo. La corriente culterana, más frecuente y del agrado del gran pú blico, se distinguía por la retórica ornamental, constante uso de hipérboles, paráfrasis, imágenes y mitología; la conceptis ta, originada ya en el siglo anterior por los escritos del jesuíta Gracián, era más difícil y elaborada, con sus agudezas de in genio, juegos de palabras, antítesis y paradojas. Ambas corrien tes se degradan aunmás y secombinan enel “gerundianismo”, llamado así porque aquella degeneración se encarnó enel pro tagonista de la Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, del jesuíta José Francisco de Isla (Madrid 1578). El predicador gerundino -aborto de pedante ría y de la demencia, lo define Menéndez y Pelayo—falto de ingenio cae en lo absurdo, en la vaciedad más absoluta, en la afición a la fábula pagana, en lavulgaridad y grosería, envuelto todo ello en ropajes ampulosos. Es el género que triunfó en los panegíricos, en las oraciones fúnebres y en los sermones de circunstancias. Hay que hacer notar que, en el siglo XVIII, entre los capuchinos los predicadores son ya más numerosos 275
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