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Los Capuchinos en la Península Ibérica 8 . Sin embargo, el establecimiento de un convento capu­ chino en El Viso no se intentó sino a comienzos de 1575, y los encargados de llevarlo a cabo fueron’ los dos citados hermanos Arcángel y Juan Alarcón. No tuvieron éxito en la empresa por múltiples razones e incontables dificultades, por lo que, con­ trariado el de Bazán, acudió a Gregorio XIII, obteniendo de él un breve que, al parecer, ofrecía todas las garantías de salir adelante. Con todo, la realidad fue que la intransigencia de Fe­ lipe II y, quizás más que todo, la del Consejo de Castilla junto con la tenaz oposición de los Observantes, dieron al traste con los buenos propósitos de los marqueses de Santa Cruz. 9. Lo inexplicable es que por esos mismos años, 1576— 1578, se logró la fundación del primer convento capuchino en la capital de Cataluña. Cierto que hubo contratiempos y re­ trasos pero no oposición cerrada, antes por el contrario buena acogida y favor de los Concelleres de la Ciudad Condal. La cla­ ve de lo sucedido la da un antiguo religioso descalzo, ahora capuchino, P. Angel del Mas. Conocedor de la situación, afir­ maba que, para fundar en Cataluña, se necesitaba “o bien la li­ cencia del rey, que era más fácil por no haber allí Descalzos, o a lo menos del Consejo de Aragón, que tiene muchos privi­ legios” . Y justamente fueron los Concelleres de Barcelona los que, apoyados en esos privilegios, pidieron al P. General de la Orden la fundación de un convento en su ciudad. 1 0 *Sin referir otros pormenores, es de justicia resaltar el papel importantísimo que en todo ello tuvo un farmacéutico barcelonés, Mosén Miguel Querol, quien, al decir del P. Miguel de Valladolid, cronista contemporáneo, “ inspirado de Dios y llevado del bien común..., movido de la noticia que le dieron algunas personas que habían estado en Italia, de la vida ejem­ plar de nuestros frailes” , se presentó a los Concelleres para pe­ dirles esa gracia. 11. La contestación del P. General a Mosén Miguel Querol, aceptando en principio aquel ofrecimiento, es el postrer docu­ mento oficial conocido. A partir de entonces, la narración de 18

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