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Los Capuchinos en la Península Ibérica Diego de Cádiz quien con mayor fervor promovió la devoción a la Trinidad, en especial mediante el canto del Trisagio. 292. Entre los misterios de la vida de Cristo, llevaba la preferencia la Pasión. Era el tema habitual de la oración men tal y tuvo como manifestación pública, intensamente cultiva da, la práctica del Vía Crucis. Hubo algunos religiosos como fray Pedro de S. Andrea, lego de la provincia de Cataluña (+ 1650), que en ciertos días experimentaba en su carne los dolores de las llagas de Cristo; o el P. José de Bell-Lloc de Cantallops (+ 1658), que experimentaba cada viernes en sus manos, pies y costado los dolores de la Pasión. El camino que conducía al convento solía estar con fre cuencia flanqueado por las estaciones de la vía sacra; otras ve ces ésta iba desde el convento a un promontorio, llamado Calvario; en la cuaresma se practicaba en tales sitios el Vía Crucis con grandes concursos de fieles. Benedicto XIV conce dió, a petición del P. Pablo de Colindres, entonces definidor general, para los capuchinos españoles el privilegio de poder erigir el Vía Crucis en sus iglesias e igualmente en las plazas y calles contiguas. Varios insignes predicadores publicaron opúsculos destinados a propagar esta devoción, como Jaime de Corella (+ 1699), cuyo Método para el ejercicio de la via sacra se publicó en San Sebastián en 1689, Juan Bta. de Mur cia (+ 1746), Justo de Valencia (+ 1751), Silvestre de Ante quera (+ 1785) y, sobre todo, José de Rafelbuñol (+ 1809), cuyo Vía Crucis tuvo incontables ediciones en los siglos XVIII, XIX y XX ; en el texto original se terminaba con una 15a estación, titulada La aparición a la Magdalena, que fue omitido en ediciones posteriores. También Manuel Ma de San- lúcar (+1851 ) compuso una Corona Dolorosa (Sevilla, 1845). 293. El ejercicio de las Cuarenta Horas fue introducido en Cataluña por José de Rocabertí a partir de 1580, y se pro pagó al resto de España, si bien parece que no se le dio tanta importancia como en Italia. El beato Diego difundió esa forma de adoración eucarística y publicó un opúsculo titulado 174
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