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Vida Religiosa y Espiritualidad frailes ocupaban la jornada en las faenas domésticas. Cada ofi­ cina tenía a su cuidado un encargado, cuyo oficio era meticu­ losamente descrito en los manuales. Eran comunes en todos los conventos el de bibliotecario, portero, hospedero, sacris­ tán, enfermero, cocinero, refitolero, hortelano, comunero o ropero, lamparillero. 238. Existían, además, los llamados “ ejercicios de humil­ dad” , como barrer la casa los miércoles y sábados después de Vísperas, fregar los platos, y el cuidado de la “oficina humil­ de” , es decir los lugares comunes, “oficio de humildad por an­ tonomasia” , en que se turnaban los coristas por semanas. 239. Finalmente, no faltaba el trabajo corporal en común, en el que estaban obligados a tomar parte todos los religiosos de coro a excepción de los predicadores en activo; se tenía después de la Misa conventual y duraba una hora. 0 Austeridad y penitencias. 240. El ideal de pobreza en la reforma capuchina era in­ separable de la austeridad en el vestir, en el comer, en el dor­ mir, en el ajuar personal. El hábito seguía siendo rudo, si bien no tanto como en los primeros tiempos. Cada religioso tenía un solo hábito para su uso y, siendo necesario para lavarlo o remendarlo, pedía otro del común al encargado de la ropería. En la comida hablaba por sí sola de austeridad y simplicidad: la mesa desnuda, con vajilla de barro, tenedor y cuchara de madera, manjares generalmente pobres. El mobiliario de las celdas estaba reducido al mínimo necesario: una tarima para dormir, con una manta y una almohada de paja, y jergón de paja para quien lo necesitaba; una mesa clavada en la pared; sólo en las celdas de los prelados y lectores actuales había asiento, los demás se sentaban en la tarima de la cama; algunas estampas de papel en la pared; y un candil, si el que habitaba la celda era predicador, confesor de seglares o estudiante ac­ tual. 147

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