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Los Capuchinos en laPenínsula Ibérica con las mínimas. Al paso que el religioso observare hasta lo más mínimo de su Religión será más perfecto. Son el contramuro que defiende la observancia regular y el espíritu. La substancia no se conserva sin accidentes ni las frutas sin corteza...”. A juzgar por las orientaciones de éste y otros maestros de novicios, que escribieron obras para la formación de los mis­ mos, más allá de la atención a las observaciones externas iba el cultivo de la verdadera experiencia espiritual en la oración y en el ejercicio de las virtudes. 199. Pero poco a poco se fue cediendo a la tendencia a ritualizarlo todo, desde el ejercicio de la meditación hasta las manifestaciones más espontáneas de la vida fraterna, como aparece en los varios Ceremoniales seráficos, que alcanzarían su máxima pujanza en la segunda mitad del siglo XVIII. Sirva como ejemplo lo dispuesto en uno de esos libros sobre el “modo de visitar y hacer la caridad a los enfermos” : “Se hace regularmente tres veces al día: después de la Misa conventual, después de Vísperas y después de la cena o colación, en esta forma: Después de la Misa conventual van todos los re­ ligiosos mozos a la enfermería o celda del enfermo, y dicen pos­ trados el Ave María', luego entran en la celda del enfermo dicien­ do: Sea loado el Santísimo Sacramento', y unos llevan los vasos inmundos a limpiarlos y otros barren la celda. Hecho esto, dicen postrados: Sea por amor de Dios', y se van a sus ministerios o a sus celdas..” No es éste el lugar de reseñar cuanto operaron los capuchi­ nos españoles en ese casi siglo y medio de pletòrica vitalidad interna y de vigorosa expansión apostólica. c) Observantismo y decadencia 200. Pertenece al dominio de la historia general de las Or­ denes religiosas, y aun de la sociedad religiosa y civil, el fenó­ 128

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