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Vida Religiosa y Espiritualidad 195. Como en todas las Ordenes religiosas de la época, se deja sentir el empeño por poner de relieve los valores de familia como factor de identidad, a veces casi por encima de los valores generales de la espiritualidad cristiana. Esto comu­ nica a la pedagogía interna y a los móviles de comportamiento una fuerte nota de culto a lo tradicional y a las observancias domésticas como valores en sí. 196. Tradición significaba mirar los ideales y los ejemplos de los “ santos y venerables Padres” de los comienzos como el nivel justo de perfección capuchina; todo lo que fuera sepa­ rarse de aquella pauta era descender y perder autenticidad. El venerable Ignacio de Monzón, formado en Italia, solía decir: “Dejemos la Religión en el mismo estado en que la hemos ha­ llado. Nadie abra el portillo a la menor relajación, ni dé ocasión para que se deshonre suglorioso nombre”. 197. Observancia regular, en su significado propio, se refe­ ría al cumplimiento fiel de la Regla. En realidad, sin embargo, incluía la guarda no sólo de las Constituciones, sino sobre todo de la multitud de prácticas minuciosas que encuadraban la vida diaria del capuchino y que se fueron codificando progre­ sivamente hasta formar, en el siglo XVIII, verdaderos ceremo­ niales monásticos al lado del ceremonial litúrgico. 198. Mientras se pudo mantener el justo equilibrio entre el cauce de la observancia y el contenido evangélico de caridad y de irradicación apostólica, que en ella hallaba expresión, las mismas prácticas externas constituían una respuesta al anhelo de perfección. Pedro de Aliaga explicaba a los novicios la as­ cética de las cosas pequeñas: “Estas acciones exteriores, si van acompañadas de lo inte­ rior, se deben observar con más cuidado, por ser cosas mínimas... Aunque mínimas en sí, son grandes, pues con ellas veneramos a Dios, y nos son de grande merecimiento. La perfección del re­ ligioso no consiste sólo en cosas grandes, sino en acompañarlas 127

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