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Los Capuchinos en laPenínsula Ibérica tos modernos tan prudentes, se ejercitaran con más puntualidad en estas mortificaciones exteriores y obras de humildad, que a buen seguro otro gallo nos cantara, y que se recogerían más abun­ dantes frutos de los que ahora se recogen, aunque se viva tan bien como todos saben. ¡Ya pasaron aquellos tiempos de religión tan perfecta! Ahora corren otros tiempos”. 190. No era único este laudator temporis acti en identi­ ficar las “mortificaciones exteriores y actos de humildad” con la “ religión perfecta” . En la espiritualidad de la época del ba­ rroco se corría riesgo de cultivar el gesto, los valores de forma, como lo más importante, y preciso es reconocer que en la pedagogía capuchina se fue cediendo progresivamente a ese condicionamiento del ambiente. Es la impresión que dan los relatos de los orígenes de la Orden en Madrid y en tierras de Castilla; el rigor en nada ce­ día al de Cataluña por lo que hace a la observancia y austeri­ dad. No en vano el grupo inicial estaba integrado en su gran mayoría por religiosos de la provincia de Valencia, observan- tísima asimismo en sus primeros años. Escribe el cronista Antonio de Alicante: “En el coro se cantaban las divinas alabanzas con tanta de­ voción y pausas tan grandes, que los Maitines llegaban a tres ho­ ras. Los ayunos muy rigurosos, con tan poco sustento, que pare­ cía milagro el poder vivir. Las disciplinas cotidianas. Los edifi­ cios con la misma humildad y pobreza. Los religiosos todos des­ calzos, que fue lo que más pasmó a la Corte, verlos por las calles con los más rigurosos fríos de Madrid pisar con los pies desnudos las nieves, los hielos y las escarchas. El ejemplo que daban con la modestia religiosa los pocos que salían por las cosas necesarias era con tanta edificación de los que los miraban, que no se da­ ban lugar a besarles el hábito, y los más se ponían cTe rodillas para hacerlo”. 191. El continente externo del capuchino hería fuerte­ 124

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