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Vida Religiosa y Espiritualidad ese cambio la visita pastoral de San Lorenzo de Brindis en 1603. Una de las preocupaciones del santo general era, en efec­ to, la seriedad de la vida común; era enemigo de excentricida­ des, como lo demostró en su reacción al llegar al convento de Calatayud, fundado el año 1600 y excavado en la roca salitro­ sa, más o menos como tantas otras habitaciones populares de la región; las celdas y las dependencias eran verdaderamente cuevas. 188. Mayor continuidad hubo en el género de vida de las comunidades, sobre todo en lo que hace al rigor de la austeri­ dad. Los sanos caminaban sin sandalias, dormían sobre las ta­ blas desnudas o, cuando hacía frío, sobre una estera de espar­ to. Vestían hábito tosco, si bien al principio andaban mal para encontrar el paño burdo usado en Italia; lo remendaban al exterior con retazos de varios colores; sólo en 1735 desapare­ cerían de los hábitos en las provincias españolas, por decreto del ministro general, “ los sacos de lienzo y de lana blanca y parda, que se habían llevado desde la fundación” . El cordón fue una trenza de pelo negro hasta el año 1763, en que se mandó a los catalanes uniformarse con las demás provincias llevando cuerdas de cáñamo. 189. Comían parcamente dos veces al día, a base de le­ gumbres, verduras y fruta; la carne estaba prácticamente re­ servada a los enfermos, que con tal régimen es natural que abundaran; más aún, como observa Basilio de Rubí, así se ex­ plica el número desproporcionado de novicios y jóvenes pro­ fesos fallecidos en temprana edad, que hallamos en los necro- logios de las provincias por aquellas fechas. Si no tan palpable como en los edificios, hubo también cierta moderación en la rigidez del estilo de vida, con el con­ siguiente desagrado de los que añoraban los días del Padre Alarcón. Hacia 1618 escribía Pablo de Sarriá: “Pluguiera a Dios que, creyendo más al ejemplo y doctrina de los Padres antiguos, que a las persuaciones o relajaciones des- 123

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