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CA PU CH INO S DE LA RESTAURACIÓN DE LA PROVINCIA dentro. Por eso la revista El Adalid Seráfico, su revista, fue como la gran encrucijada, como el punto de llegada de tantos diálogos, de tantos encuentros, de tantas culturas, noticias y sueños. Gracias a la fuerza con que nació, El Adalid seráfico está hoy vivo y en pie. Y a cuantos ahora recordamos al P. Ambrosio como fundador de El Adalid Seráfico, nos queda el reto y el deber de continuar su obra como prueba de cariño y gratitud hacia él y hacia tantos hogares que, durante un siglo, han seguido conectados al mensaje cristiano gracias a las páginas de esta revista. En ellas, el P. Ambrosio, publicó gran parte de sus obras. MISIONERO, PREDICADOR Y DIRECTOR SANTO El P. Ambrosio fue espejo de religiosos, misionero y apóstol, predica­ dor infatigable y Director santo. Fue la suya una vida religiosa-sacerdo- tal plenamente vivida, descollando en todas esas facetas. Su espíritu misionero fue grande y era a todas luces evidente y noto­ rio. Cuando en 1886 salió de León una expedición de misioneros para las islas Carolinas, deseó unirse a ella. Su gesta misionera quedaría recogida en su libro M i viaje a Oceanía, donde describe su llegada a la misión de Yap y, mezclado con los misioneros, recorre las selvas y las chozas de aquellos indígenas, viendo y tocando de cerca la pobreza y la ignorancia de aquellas gentes y sintiendo vivos deseos de quedarse allí para evangelizarlos. Quiso infundir este espíritu misionero en sus religiosos abriendo para ellos y fundando la misión de Santo Domingo pocos años antes de su muerte. La dimensión sacerdotal rayaba en las cimas más altas cuando actuaba como ministro de la palabra de Dios. La predicación era su pasión dominante. Hombre de la palabra de Dios. En esto también fue un adelantado del Vaticano II. Su predicación no era pura palabrería, esa predicación hueca, hinchada y vana que, desde los tiempos de Fray

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