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HISTORIA DE LOS CONVENTOS CAPUCHINOS También merece destacarse el capítulo de las obras sociales, algo de ello recoge la cita anterior, pero tal vez sea más elocuente el ejemplo siguiente. Cuando en la tarde del 6 de agosto de 1936, los milicianos asaltaron el convento para dar muerte a los religiosos: “El P. Guardián comprendió inmediatamente de qué se trataba y salió el primero. Los demás religiosos, aferrados fuertemente a su crucifijo, y, vestidos con el hábito capuchino, se pusieron en fila junto a la puerta del convento. El P. Guardián, arrodillado ante ellos, les recordaba las muchas limos­ nas que, en aquella misma portería, se habían repartido, diariamente, a los pobres; la inmensa caridad que siempre se había tenido allí mismo con los obreros y los necesitados y que eran inocentes de los crímenes por los que querían quitarles la vida. Varias veces repitió ante ellos aquella súplica tratando de convencerles, pero ellos, insen­ sibles a todo ruego, no se conmovieron. Bastaba haber conocido un poco al P. Ángel de Cañete para compren­ der con cuanta razón les dirigía aquellas súplicas, ya que por todas partes, era conocido como el padre de los pobres y de los más nece­ sitados. Precisamente él era el que buscaba trabajo a los parados, o ayudaba con generosas limosnas a los más pobres. ‘Los revolucionarios, -escribió el Diario La Unión, de Sevilla, el 29 de agosto de 1.936 en su edición de la tarde- al asesinarlo despiadada­ mente, han estado una vez más en contradicción con ellos mismos. Porque el P. Ángel era un verdadero padre de los pobres. Su celda era una agencia de colocaciones: su maquínilla, antigua y desvencijada, escribía sin cesar docenas de cartas, contestación a las peticiones de favores, trabajo y limosnas, importunando a sus amigos y poniendo al servicio de los obreros su actividad prodigiosa. Nada para sí, ni por su propio medro o interés, sino que su lema era: todo para obras de caridad y socorro de los necesitados. Salir el P. Ángel a la calle y recibir continuas muestras de agradeci­ miento de sus protegidos, era una misma cosa. Lo mismo ocurría en O

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