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1“ CEN TEN ARIO DE LA RESTAURACIÓN DE LA PRO V IN C IA CA PU CH IN A DE AN D ALU C ÍA ( 1 8 9 8 - 1 9 9 9 ) Mas el acto que coronó, por decirlo así, tan solemne Triduo fue la tierna y sentida alocución que, desde el Presbiterio, dirigió al pueblo con su acostumbrada elocuencia, nuestro Rvmo. Prelado, haciendo la presentación oficial de los RR. PP. Capuchinos. Tomando por tema las palabras que el Eterno Padre hizo resonar en el Jordán sobreJesucris­ to recién bautizado, decía S. E. I.: ‘Séame permitido emplear las mis­ mas palabras del Evangelio para presentaros a estos humildes religio­ sos: ellos son mis hijos amados en los que se complace mi alma; oicl sus palabras, seguid sus ejemplos’. Hizo grande elogios de esta Orden benemérita, a quien tanto ama, y recomienda a los católicos sentimientos de todos sus dio­ cesanos, y recordando el abrazo que en día memorable se dieron en Roma Santo Domingo y San Francisco, y diciendo que quería dar a la seráfica Orden Capuchina la misma prueba de cariño que Santo Domingo dio a su ínclito Fundador, exclamó S. E. R.: ‘ ¡Ven­ ga a mis brazos, P. Provincial! ¡Venga a mis brazos como represen­ tante de esta Orden seráfica! ¡Venga, que así recibe la católica Granada a los hijos de San Francisco! ¡Así los recibe el Pastor de la Iglesia Granatense! ’ y nuestro amante Prelado, y el R. P. Provincial se confundieron en estrecho abrazo entre la emoción y lágrimas de los circunstantes, que hubieron de hacerse grande violencia para (por respeto al Santísimo) no vitorear y aclamar al bondadosísimo prelado y a los PP. Capuchinos. Así terminó el solemne Triduo, comenzando al siguiente día la Nove­ na a la Divina Pastora, en la que con avidez creciente escucha el pueblo de Granada la elocuente palabra de los hijos de San Francisco. ¡Que el Señor derrame sobre ellos los tesoros de su gracia, y multipli­ que, para bien de todos, los frutos de sus apostólicos trabajos!”. Leída esta crónica de hace cien años no me queda más que añadir: que así sea. A nton io N avas S.J.