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l m CEN TEN ARIO DE LA RESTAURACIÓN DE LA PROV IN C IA CA PU CH IN A DE AN D ALU C ÍA (1898-1999) La primera complicación vino de que su hijo D. José heredó en depósito la parte de la enfermería, la fábrica de paños para los há bitos de la provincia y la huerta, mientras D- Manuela recibió lo que quedaba del convento y la iglesia. En las negociaciones iniciales con los padres Francisco de Valencia y Leonardo de Destriana, D. José ofrecía restituir todo menos la huerta, al tiempo que Da Manuela estaba dispuesta a entregar solamente la iglesia. Estos primeros con tactos tuvieron lugar en el verano de 1880 y no llegaron a nada por la intención de los padres de recuperar la propiedad completa de las antiguas instalaciones. En 1881 los señores López-Barajas cambiaron de actitud y ofrecieron restituir todo el edificio antiguo, incluida la huerta, pero en este momento no se disponía en la provincia de un número suficiente de religiosos para atender esta fundación, con lo que hubo que pospo nerla hasta mejor coyuntura. Un nuevo intento se llevó a cabo en 1886, cuando el arzobispo de Granada, 1). Bienvenido Monzón, invitó a los capuchinos para que fundaran en la ciudad, acompañando a la invitación la oferta de una limosna por valor de 12.000 duros. Junto con esta oferta, DaMercedes Damas y Navarro de Palencia (esposa de D. José López-Barajas que, al morir su esposo, había heredado su parte) prometió entregar la enfer mería, la fábrica de paños, la huerta y la iglesia, o sea, el total de las instalaciones antiguas. A pesar de que el P. Joaquín de Llevaneras envió a Granada al P. Guillermo de Cáseda, el acuerdo se frustró nuevamente por (según el cronista al que seguimos) “motivos y cir cunstancias especiales”. No parece que estos motivos tuvieran nada que ver con DaMercedes, ya que ella insistió desde entonces en que se realizara la fundación, garantizando la entrega del total de las antiguas instalaciones, sin que faltara nada, y comprometiéndose a sufragar los gastos que pudiera generar el llevarla a cabo. Como no pudo lograrlo encargó en su testamento a sus tres hijos (José, Merce des y Concepción) que dedicaran el edificio y la huerta a un instituto de enseñanza, sólo en el caso de que los capuchinos no realizaran la
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