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1“ CEN TEN ARIO DE LA RESTAU RACIÓN DE LA PROVINCIA CA PU CH IN A DE AN D ALU C ÍA ( 1 898 - 1 999 ) los muros seculares de la vieja estructura conventual, y la capilla de la enfermería, donde se le apareció el NiñoJesús al Beato Diego, duran­ te el Canon de la Misa (es la capilla que se encuentra al final de la planta baja del antiguo constado o parte destinada a los estudiantes de Filosofía). La obra supuso mucho más que hacer un convento nuevo, ya que hubo que derribar y volver a edificar, consolidar y re­ parar gran parte del edificio. EL P. JUAN BTA., HOMBRE DE GOBIERNO Hay anécdotas en que, por su forma estereotípica de pasar a la histo­ ria, parecen nimbar y definir para siempre a sus autores. Este no sería el caso del P. Juan cuando se le recuerda, acompañado de su Herma­ no Socio provisto de un paraguas, pasear por la huerta de Sevilla para combatir las terribles calores de la ciudad hispalense. El P. Juan fue Ministro Provincial de la Provincia Bética por espacio de cuatro trienios. El fue el hombre de la consolidación de la Provincia Capuchina de Andalucía después de la Restauración iniciada por los PP. Ambrosio de Valencina, Pedro de Castro, Diego de Valencina, Marcelo de Campillos y tantos otros. Durante sus años de gobierno cabe decir que en su corazón, como en el de Pablo, latía la preocupación de todas las iglesias, es decir los problemas de toda la Provincia, de sus casas y de sus religiosos. A él le tocó, como Ministro Provincial, vivir los avatares de la guerra civil del 36, en cuyo asalto al convento de Antequera cayeron asesinados “in odium fidei” siete religiosos, dos de ellos forma­ ban parte del Definitorio Provincial. Bastaría con releer la Carta que el P. Juan escribió, tras estos hechos, para percatarse de la amargura y desolación que produjo en su corazón su llegada al convento de Ante­ quera, cuando provisto de salvoconducto oficial, llegó al lugar de los hechos y no encontrar a nadie que le explicara lo sucedido, sólo com­ probó el convento convertido en cuartel. Y tantas cartas, con las que mantenía un contacto vivo y directo con todos sus religiosos, en las que aconsejaba, corregía, orientaba, opinaba;

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