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CA PU CH INO S DE LA RESTAURACIÓN DE I.A PROV IN C IA de capuchinos de Sevilla. Para el Altar de la Divina Pastora de Sevilla, hizo labrar un relicario especial, en el que colocó el boceto en cobre, obra de Tovar, que llevó durante toda su vida el V. P. Isidoro de Sevilla. Todo este trabajo terminaría con la coronación diocesana de la Di vina Pastora de capuchinos de Sevilla, en la que trabajó con entrega y tesón, tanto en su aspecto material (diadema y corona de la Virgen, certamen literario, fiestas de la coronación...) como en su dimensión religiosa: dar a conocer la advocación y el pastoreo de María. Al cabo de dos siglos tras su aparición con los atavíos de Pastora, el sueño del V. P. Isidoro, se haría realidad. A su trabajo se debió también la recuperación del estandarte de la Divina Pastora, usado por el Beato Diego y que, gracias a sus gestiones, pasaría a ser posesión de la Orden, guardándose, desde entonces, en preciosa vitrina, tan precio sa reliquia. Siendo ya Ministro Provincial, en septiembre de 1920, y, gracias a su mediación y gestiones, el Ayuntamiento de Sevilla hizo entrega a la Comunidad de Capuchinos, del antiguo convento, que, a cambio de los solares en que hoy sé asienta el edificio de la Cruz Roja, había permutado siete años antes el P. Diego de Valencina. El antiguo e histórico convento de capuchinos de Sevilla, morada de venerables y santos, en el que se hospedó por dos años Murillo y para el que pintó la impresionante colección de cuadros, de clara evocación francisca no-capuchina y que hoy, tras la desamortización de Mendizabal, pue den apreciarse en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. El antiguo convento se encontraba en ruinas. El P. Juan Bta. a fuerza de grandes esfuerzos y sacrificios, a fuerza de comprometer a sus amistades y bienhechores, a fuerza de realizar verdaderos milagros económicos y materiales, consiguió restaurar esta joya de la Orden y de la Provincia Capuchina de Andalucía, devolviéndole todo su viejo y antiguo esplendor, haciendo que de aquellas viejas ruinas, gracias a sus desvelos y trabajos, se vieran coronados en el actual convento, amplio, higiénico, alegre y luminoso. De lo antiguo no quedaron sino
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