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1“ CEN TEN ARIO DE LA RESTAURACIÓN DE LA PROV IN C IA CA PU CH IN A DE AN D ALU C ÍA ( 1 8 9 8- 1 999) -recuerda el P. Juan Bta. de Ardales- sucedió que el Superior del Convento se vio muy apurado, porque un Padre, que tenía que pre­ dicar el Septenario de Dolores en Alcalá de Guadaira, enfermó y no había otro que lo supliese. El P. Pedro con suma sencillez se ofreció a ello con promesa de no faltar al Noviciado. Era de ver aquel Padre, después de todos sus trabajos, salir a las siete de la tarde para Alcalá, predicar el sermón y volver a las once de la noche al Convento, para tomar una parca colación, y levantarse al poco rato a los Maitines, y de nuevo ir al coro a las 5 de la mañana, para seguir trabajando lo restante del día con edificación de la Comunidad”. Entre todas sus virtudes, sobresalía siempre el amor a la Orden Capu­ china, su historia, su espíritu, sus tradiciones. Poseía, además, el dis­ tintivo de todos nuestros santos y venerables: una profunda devoción a la Virgen María. Hay pueblos de Andalucía que todavía recuerdan cómo en sus misiones populares dejaba siempre un cuadro al óleo de la Divina Pastora, como recuerdo. Era también muy devoto de la Sa­ grada Familia y de San José. "HA MUERTO COMO MUEREN LOS SANTOS” Su vida austera, sus muchos trabajos y penitencias fueron minando su salud. La arteriosclerosis que padecía fue avanzando y se fueron suce­ diendo las congestiones. La última tuvo lugar cuando se encontraba ante la Virgen encomendándose a ella. Durante los días siguientes vivió abrazado al crucifijo, hasta que recibidos los Sacramentos, la bendición apostólica y la recomendación del alma, se durmió en el Señor. Eran las nueve y cuarto de la mañana del 5 de noviembre de 1930. La noticia corrió por Sevilla. Innumerables fueron las personas que desfilaron para visitar su cadáver, expuesto en el coro bajo de la igle­ sia, donde fue velado por los religiosos, familiares y fieles. Se celebra­ ron exequias y funerales solemnes, a los que asistieron destacadas