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CA PU CH INO S DE I.A RESTAURACIÓN DE LA PROVINCIA dad y con las obligaciones de su ministerio sacerdotal, eligiendo siem­ pre las tareas más difíciles. Las misas más tardías, el confesionario interminable, la asistencia a los enfermos, la predicación y las misiones populares, nunca desmayó en el trabajo arduo y apostólico. Este espí­ ritu de observancia, que era muy vivo en los primeros años de la restauración de la Provincia, queda puesto de manifiesto en este he­ cho. El P. Pedro deseaba que nunca faltasen los maitines a media noche, ni siquiera en aquellos días en los que nuestras leyes dispensan a la Comunidad. En esas fechas, él buscaba a unos cuantos de los más observantes y se levantaban voluntariamente a las doce de la noche, para que a esa hora no faltasen a Dios las alabanzas divinas. Su virtud trascendía hacia fuera, la gente lo veneraba porque veían en él a un hombre de consejo y a un religioso y sacerdote modelo y ejemplar, lo buscaban incesantemente en el confesionario donde era frecuente sentarse a las cinco de la mañana hasta cerca del mediodía, según testimonio de quienes lo conocieron. Esta anécdota, recogida por el P. Juan Bta. de Ardales, en su Circular, nos recuerda la venera­ ción del pueblo al P. Pedro: “Rara era la vez que, al tocar algunos buques de la flota de Ibarra y Cia. en Sevilla, los capitanes y oficiales no vinieran a visitar a su buen amigo el P Pedro. Obedecía esta veneración a que, navegando por las costas de Portugal, yendo acompañados de él, en vano echa­ ban los anzuelos, pues no conseguían pescar nada. Acudieron al P. Pedro, y éste les dijo: “Puesto que estamos frente casi a Lisboa, vamos a rezar un Padrenuestro a San Antonio”. Descubriéronse los marinos, rezaron todos lo convenido, y el P. Pedro ordenó echar el anzuelo en el nombre del Señor, y cayó inmediatamente un magnífico y grandísi­ mo pescado. Cuatro veces rezaron, y cuatro pescados del mismo tama­ ño cogieron al instante. Rogáronle que rezara de nuevo, y el Padre les contestó: “Hijos míos, ya tenemos lo suficiente para hoy. No conviene tentar al Señor”. Bastó y sobró lo recogido para la tripulación y el pasaje durante dos días, con gian gozo de los marinos. A pesar de la negativa del P. Pedro a rezar más, algunos volvieron a echar el an­ zuelo, pero no les fu e posible coger nada ”.

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