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1“ CEN TEN ARIO DE LA RESTAURACIÓN DE LA PROVINCIA CA PU CH IN A DE AN D ALU CÍA ( 18 9 8 -1 9 9 9 ) miento de esta isla, existieron entre estas tierras quisqueyanas y la madre patria. La llegada de estos piadosos Padres hizo brillar nuevos horizontes en el cielo de la Iglesia dominicana. Fieles hijos del Pobre- cilio de Asís, no buscan oro ni plata, ni comodidades para ejercer su santa misión”. Con el aliento espiritual del P. Pedro, fueron surgiendo, una tras otra, las casas de la misión, desde la capilla de san Lázaro o de nuestra Señora de la Caridad hasta el templo patronal de las Mercedes. Con su empuje celoso reavivó el espíritu cristiano, vitalizó el culto y la piedad de los fieles. Bajo su impulso floreció la Acción Católica de Caballeros, la Asociación Eucarísdca, la Orden Franciscana Seglar -hoy las más numerosa de nuestra orden-, y otras asociaciones tradi­ cionales. Más tarde se instalaría una imprenta, se abrirían obras socia­ les, se levantarían colegios... El P. Pedro dejó en Santo Domingo las bases de una nueva evangeli- zación. Gracias a su espíritu misionero dejó un amplio campo de trabajo apostólico por el que ha pasado un gran plantel de misioneros capuchinos andaluces que sentarían la base de la actual Viceprovincia de Santo Domingo. “ES UN VERDADERO CAPUCHINO”. CELOSO MINISTRO DEL SEÑOR El P. Pedro fue un hombre de fe, de profundo espíritu religioso. A todos edificó con su ejemplo. En un tiempo en el que en la vida religiosa era signo de gran virtud la asistencia a los actos de comunidad y la puntualidad en los mismos, era característica del religioso virtuoso, el P. Pedro se distinguió por esta constancia en la observancia religiosa: era el primero en asistir a los maitines de media noche y el primero en estar en el coro a las cinco de la mañana, el primero en cumplir con los actos de comuni

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