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la iglesia del convento, cuando al poco rato, habiendo el va rón santo consultado con Dios en la oración, mandó llamarlo, y estando en su presencia le dijo: ‘'Dios me inspira que os Reciba y así volveréis dentro de tres semanas”. Y dirigiéndose a otros religiosos añadió: que dicho joven con el tiempo ha bía de sucederle en el oficio de Provincial, lo cual se verificó como había predicho; pues habiendo vestido nuestro hábito con el nombre de Fray Miguel de Gerona, andando el tiempo fué elegido Ministro Provincial, y entonces refirió esta pre dicción del siervo de Dios. Pero otro efecto más provechoso sacaba el varón devoto de la or'ación, y era un don singular de hablar de Dios, con que movía y encendía a cuantos le escuchaban. Guando es tuvo en Italia, fué por algún tiempo compañero del famosí simo Predicador Padre Alonso Lobo, de cuyos sermones y del continuo estudio de la Sagrada Escritura adquirió un há bito tan fácil de citar los Profetas, que casi todas sus pláti cas eran tejidas de sus sentencias. Y como las rumiase pri mero en la oración, las producía después con tanto espíritu que infundía admirables efectos a sus oyentes; ya los delei taba, ya los atemorizaba, ya los compungía y no pocas veces les óbligaba a derramar lágrimas. Aún en los razonamientos que hacía a los seglares, les movía tanto, que los dejaba in flamados en amor a Jesucristo y en deseos de padecer, por lo cual fué muy estimado de ellos, aunque les trataba poco, singularmente a las mujeres. Y para que se conozca que tan saludables efectos se originaban más de su fervorosa oración, que de su buen modo de decir, referiremos un suceso, que podrá servir de instrucción a todos los Predicadores. Después del primer trienio de Provincial, morando en nuestro con vento de Monte-Calvario, quiso oír teología del Padre Fran cisco de Figueras, que fué el primer Lector que tuvo la pro vincia, de cuyo estudió resultó, que después hacía las pláti cas fundadas más en términos escolásticos, que en sentimien tos de oración, siguiéndose de aquí que, ni movía tanto a los oyentes, ni les eran tan aceptos como cuando usaba de la Sa grada Escritura, rumiada en la oración. Ejemplo poderoso — 90 —
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