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otros que se aplicaron al servicio de los apestados, no poca edificación en toda la ciudad. Y aun a esta misma caridad po demos atribuir un particular beneficio que entonces recibie ron de la liberal mano del Señor; esto es, que habiendo que dado en el convento 14 ó 16 religiosos, nunca mienti'as perse veró la peste, hubieron de salir para la limosna, teniendo lo bastante con lo que los devotos llevaban a la puerta, beneficio que nos indica cuán agradables eran a los ojos de Dios los servicios de aquellos caritativos religiosos, entre los cuales tu vo tanta parte nuestro P. Bernardino. La fuente de donde este siervo de Dios sacaba tan abrasa da caridad y las demás virtudes, fué la santa oración, ejer cicio muy amado y muy frecuentado por él, como quien bien sabía que sin oración no hay virtud ni perfección en la pa lestra religiosa. Aun siendo Provincial asistía a todas las ora ciones de la Comunidad a las cuales añadía otros ratos en que oraba por largo tiempo, haciendo la oración con tanta quie tud y sosiego, que parecía una piedra insensible, y al mismo tiempo con tanto fervor, que a veces salía de ella con los ojos llorosos y con el rostro encendido como un ascua. Y para que los demás religiosos fuesen también hombres de oración, ya desde sus principios, solía decir que a los novicios no se les había de enseñar otra cosa sino oración, porque si saben hacer esta, harán bien todas las cosas. Que en este santo ejercicio mereciese el varón contemplativo algunas visitaciones divinas, lo podemos inferir de los dos favores celestiales que vamos a explicar. El uno lo refieren nuestras Crónicas generales di ciendo que siendo Provincial y estando celebrando el santo sacrificio de la Misa, vió subir al cielo rodeada de resplando res la dichosa alma del Reverendísimo Padre Jerónimo de Monteflores, General de nuestra Orden, cuya muerte fué en el año 1584. El otro fué haber conocido con luz sobrenatural, que un joven que le pidió el hábito, le sucedería en el oficio de Provincial; porque hallándose el devoto Prelado en nues tro convento de Gerona, pidióle el hábito un estudiante, pero al verle demasiado joven, se lo negó diciéndole que esperase un año. Con esta negativa se fué el pretendiente y se entró en — 89 —
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