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munidad, aun en el tiempo que era Provincial. Asimismo lo era el tornar consejo muchas veces, no sólo de los Padres gra­ ves, sino también de religiosos simples, y aun de ios novicios, y el seguir y abrazar no pocas veces su parecer, aunque él fue­ se de tan grandes prendas en prudencia y experiencia. No me­ nos lo era aquella afabilidad y humanidad con que se hacía .tratable a todos, la cual era tanta, que cualquer súbdito podía tener' ánimo y confianza de acudir a él y pedirle cualquier co­ sa, a cuyo fin solía decir, que el Superior en lo privado debe manifestarse tan humano y tratable que todos puedan acudir a él en sus trabajos y necesidades, como si no fuese Prelado o Superior. Ni por esto debemos pensar que en su gobierno fue remi­ so o que obrase con poco celo y espíritu. Sabía muy bien el siervo de Dios hermanar la humildad con la autoridad, y ha­ cer que la justicia y, la paz se diesen ósculo de amistad. Guan­ do se trataba de cosas pertenecientes a su persona, se humi­ llaba, se rendía y no rehusaba aplicarse a los ejercicios bajos como los demás religiosos. Pero en lo tocante a su oficio, sin­ gularmente en la guarda de la Regla y Constituciones y en la observancia rígida y estrecha, se dejaba ver animado de tanto celo y espíritu, que promovió en gran manera aquella austeridad de vida con que se fundó la provincia. Si tal vez algún religioso faltaba a sus deberes, o se hallaba reo de al­ guna transgresión y acudía a él humillado y arrepentido, lo recibía con todo amor y caridad. Pero a los que no tenían estas buenas disposiciones, los reprendía con celo y severidad y aun, cuando lo requería el negocio, los privaba de sus ofi­ cios sin ningún respeto. En los asuntos que le proponían, si alguna vez no le parecían conformes, se oponía a ellos con constancia y deshacía las trazas y designios que podían llevar. Y así valiéndose ya de la simplicidad de la paloma, ya de la prudencia de la serpiente, pudo conducir a los religiosos por los caminos de alta perfección. Más no fueron estas las solas virtudes que resplandecieron en este varón insigne. Resplandeció en él una caridad tan tier­ na y ardiente, que las necesidades ajenas conmovían én gran — 87 —

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