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nes, no como castigo, sino por ejercicio de virtud, y para que se acostumbrasen a sufrir con alegría y silencio las co sas adversas. Singularmente quería que los jóvenes se cria sen con rigor, mortificación y humildad. Y solía decir que el siervo de Dios debe tener las cosas amargas por dulces, y las dulces por amargas. Si alguna vez al concluir la visita y es cuchar la culpa, imponía a los religiosos la disciplina, acos tumbraba hacerse su compañero, disciplinándose junto con ellos. Siendo Guardián de Santa Eulalia, observaba la Comu nidad tal rigor en la comida, que pocas veces gustaban car ne o pescado, sirviéndose regularmente por pitanza hierbas de la huerta y pan cocido. También en su tiempo se hacían las colaciones ordinarias de los ayunos sin comer otra cosa sino algunas algarrobas o bellotas. Al fin todo su cuidado era pa decer por amor a Cristo, y procurar que los otros hiciesen lo mismo. Compañera de esta virtud de la penitencia ifué en el santo varón la humildad, la cual resplandecía en él con tanta per fección, que aunque Superior y Prelado se llevaba como el menor entre los otros. Estuvo una vez enfermo, y siendo ne cesario purgarse, le llevaron el purgante en un vaso de vidrio (materia entonces rara), lo que visto por el celoso Provincial, pensando que aquello podría ser ocasión de introducir ins trumentos de vidrio, tomó aquel vaso y junto con el purgante lo arrojó en el suelo. Pero discurriendo después que aquella acción podría tomarse no por celo de la santa pobreza, sino como un efecto de impaciencia, bajó al refectorio en ocasión que estaba allí la Comunidad y en presencia de todos dijo la culpa de aquel hecho, como si hubiese cometido un grave de lito. En otra ocasión le dijo cierto religioso súbdito suyo, que no quería cuidarle, porque era importuno y pesado. Entonces el Prelado humilde se arrodilló y pidió perdón, quedando el súbdito con la confusión que se deja pensar. Vistióse una vez rico hábito nuevo y luego se lo quitó diciendo que tenía ver güenza de llevarlo, porque le parecía que iba muy venerado. Eifecto de esta humildad era también el asistir con los demás religiosos a los ejercicios manuales que acostumbra la Co
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