BCCCAP00000000000000000000140

ventos donde llegaba quería admitir aquel pequeño alivio que se acostumbraba conceder a los forasteros o caminantes, bien que los permitía a su compañero. Y como en cierta ocasión el religioso que cuidaba del refectorio, porfiase en ofrecerle al­ guna fruta, le corrigió con alguna severidad. También sucedió algunas veces detenerse de industria, por no llegar al conven­ to a hora de cenar, con deseo de no hallar cosa prevenida; y aun ordenaba a los guardianes que no diesen aviso a los se­ glares de su venida, para que no tuviesen ocasión de enviar­ le algún regalo. Tanto era el deseo que este santo Prelado tenía que padecer, de lo cual tenemos también otra prueba en las dos veces que hubo de sufrir el cruel rigor del cauterio de fuego, la una en un dedo del piie, por ser necesario cor­ tarle paiie de la uña y de la carne, y la otra en la pierna, en cuyas ocasiones se mostró tan sufrido y tan paciente, que no hizo movimiento alguno de pena o de dolor, quedan­ do admirados el cirujano \ demás que se hallaron presentes. A lo que debemos añadir, por decir mucho en pocas palabras, que llevaba muy mortificados todos los sentidos y huía cuan­ to le era posible de las cosas de su gusto, aunque lícitas y algo necesarias, sin quejarse jamás por muchos trabajos que tuviese. Tenía muy presente el varón santo que el padecer por Cris­ to es ganancia y el llevar su cruz es gloria, y así deseoso que tan saludable máxima quedase altamente establecida en la provincia, después de manifestarse a los ojos de todos, hostia viva agradable a Dios y 'Sacrificada por Dios, procuraba con toda eficacia que la mortificación de Jesús resplandeciese en los demás religiosos y súbd'itos suyos. A este fin fundaba sus pláticas y razonamientos en la imitación y cruz de Cristo y en padecer en esta vida por alcanzar gloria en la otra. Y para dar mayor fuer'za a sus palabras, él era el primero en las pe­ nitencias, mortificaciones y demás cosas que acostumbra la Comunidad; aun a los maitines de media noche no dejaba de asistir por cansado que llegase a los conventos. Para el mis­ mo fin, cuando visitaba la provincia, quería que los Superio­ res ejercitasen a los religiosos en penitencias y mortificacio— 85 —

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz