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el espíritu de este devoto Padre estaba tan penetrado de la alta perfección de nuestra seráfica Regla, o por mejor decir, de las máximas del Santo Evangelio y de la imitación de Nuestro Redentor Jesucristo, que todos sus conatos y deseos fueron siempre imprimirla en sí y en sus súbditos. Sabía muy bien el varón santo, que un Prelado debe ser luz de aquellos que rige, sal de sus ovejas y forma de su rebaño, y que debe persuadirles la virtud más con obras que con palabras. Gen este conocimiento se dejaba ver a la faz de la provin cia y de todos sus súbditos tan pobre, tan humilde, tan aus tero y penitente, que parecía un retrato verdadero de nues tro Padre San Francisco. Su vestido era un simple hábito vie jo, corto, estrecho y remendado, sin admitir nunca hábito nue vo. Su cania las desnudas tablas o una estera mientras tuvo sa lud. El uso de las sandalias no lo conoció hasta que le dieron un cauterio de fuego, caminando a pie descalzo aun cuando como Provincial visitaba la provincia, sin hacer caso de lodos, nie ves, fríos, piedras ni otras incomodidades. En las disciplinas se azotaba con tanto rigor, que parecía dar los golpes sobre una piedra y aun poco satisfecho su fervor con las disciplinas que acostumbraba la Comunidad, añadía otras extraordinarias, singularmente en las vigilias de Cristo Nuestro Señor, de Ma ría Santísima, de los Apóstoles y de otros santos. Y a veces en la noche antes de comulgar los novicios hacía también con ellos la disciplina. Ni fué menos riguroso en la abstinencia, pues a más de ayunar con mucho rigor algunas de las cuares mas acostumbradas por nuestro seráfico Padre, ayunaba a pan y agua muchos de los ayunos que prescribe nuestra Regla, y otros que añadía por su devoción, siendo tan rígido en las co laciones, que» se abstenía de comer pan, aunque viniese de ca mino. Hallóse una vez enfermo y no quiso comer ni carne m huevos en los ayunos de obligación. Cuando iba de camino, no permitía que su compañero llevase provisión alguna ni de comida ni de bebida, y se halló alguna vez caminar seis leguas sin comer bocado. Ni por esto deseaba hallar buen tratamiento en las casas donde se hospedaba, antes se holgaba con la penuria que hallaba en las posadas. Ni aun en los con— 84 —
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