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de capuchina, teniendo en una mano un lagarto y sobre la otra una cogujada y en la cabeza tenía la diadema y círculo de santo. Tamibién añade que el mismo Revner le mostró aquella Santa imagen de Nuestra Señora que el siervo de Dios lleva­ ba consigo y con la cual obró tantos milagros, cuya imagen era muy sencilla, no de pincel, sino de papel guarnecida de madera de boj, pequeña como la palma de la mano poco menos. Tales prodigios obrados después de la muerte del Varón santo, junto con los que obi'ó en vida y con las heroicas vir­ tudes con que adornó su alma, nos persuaden y aseguran en cuanto lo permite la piedad cristiana que.este varón ilustre goza un lugar distinguido y eminente en la Patria de los Bien­ aventurados. Asimismo nos obligan a considerarlo como a uno de los primeros padres de la provincia y como a una de las primeras piedras que Dios nos concedió para su fundación y establecimiento. Tributémosle nuestro reconocimiento con imitar sus virtudes y ejemplos. — 81 — 6

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