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to. Cumplió la señora esta su voluntad, luego que se halló en aquel estado enviando un criado al Convento. Y como el sier vo de Dios estaba ilustrado con luz superior, apenas vió al criado le dijo: Andad que vuestra señora está ya libre del par to y ha parido un hijo. Todo lo cual halló el criado verificado a su vuelta a la casa. Otros efectos maravillosos fueron obra dos sin duda por la virtud del santo varón de los cuales no tenemos otra noticia que la generalidad con que los indican algunos de los que conocieron su santa vida. Uno dice que había fama que en la villa de Valls curó una muchacha de calenturas. Otro añade que había oído decir que a una mu chacha de la Parroquia de Sarriá que estaba hidrópica le hizo la señal de la cr'uz y sanó. Otro en fin, dice que había fama en la provincia que con la imagen que llevaba consigo hizo muchos milagros. De todo lo cual inferimos que si a su tiem po se hubiesen tomado las informaciones, tendríamos mayor copia de los casos tanto en orden a los milagros como a las virtudes, con los cuales conoceríamos con mayor claridad el grado tan eminente de santidad a que llegó este varón insigne y con cuánta razón le daban todos el nombre de santo. Lleno pues el siervo de Dios de méritos y virtudes y con sumado en !a perfección seráfica, llegó al término en que el Señor quiso premiarle sus grandes servicios y llevarlo al Rei no de los Santos de cuya voluntad soberana se dignó el mis mo Señor darle un indicio claro con revelarle el día de su muerte. Es admirable el modo con que el varón santo coifíu- nicó esta noticia de su próximo fallecimiento a un su gran amigo llamado Matías Reyner, vecino de Valls cuya relación copiaremos a la letra del mismo modo que él lo refiere y es como sigue: Hallándome por cierto negocio en Barcelona, fui al Convento de Monte-Calvario a ver al P. Fray Lorenzo de Huesca con quien tenía mucha amistad, y halléle en la huerta cavando. Quitéle la azada de las manos y ayudéle a cavar un rato y luego me dijo: Matías, vos os vais a Barce lona mañana, volveréis por acá, por despediros de mí y yo estaré ya en la cama y no me podréis ver, ni nos veremos más, sino en el cielo. Iréis a Valls y diréis al P. Guardián de aquel — 78 —
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