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■aquel trabajo, y con esto sin hacer otra diligencia se volvie­ ron al Convento. El compañero, admirado de que se volviesen sin pan se lo advirtió por el camino, mas él no le dió otra respuesta sino que tenía tan poca fe como los otros y llegando al Convento hallaron que Dios bahía proveído el pan de> un modo extra­ ordinario. Y de aquella doncella endemoniada se supo después que en adelante estuvo libre de su trabajo. Cuando se edificaba nuestro Convento de Valis trabaja­ ba en la fábrica un maestro que se hallaba con la allicción de tener a su mujer tan gravemente enferma, que estaba sin es­ peranza de vida. A que se añadía por aumento de la pena el 110 hallar con su pobreza quién diese leche a una criatura que tenía muy pequeña. Movido el siervo de Dios a compasión de tanta infelicidad, fué a casa de la enferma, la consoló con palabras de devoción, la exhortó a que fuese devota de la Vir­ gen Santísima y, dándole a besar la Santa imagen que llevaba consigo, la dijo que no tuviese pena que luego estaría buena y así se cumplió como el santo varón le dijo, recobrando aque­ lla enferma la salud de que tenía tan pocas esperanzas. En la misma villa de Valls, había una mujer llamada Paláu, que pa­ decía el doloroso trabajo de un cáncer en los pechos. Mandóle el siervo de Dios que rezase de rodillas un Padrenuestro y un Ave María y haciéndola la señal de la cruz se le cayó el cán­ cer y luego estuvo buena y así se cumplió, como el varón san­ to le dijo, recobrando aquella enferma la salud de que tenía tan pocas esperanzas. También curó con la señal de la cruz a una hija de una viuda llamada Carbonella. Bernardo Martín, vecino de un pueblo llamado Constantí, en el campo de Tarragona, se ha­ llaba muy afligido por la desgracia que había tenido una- hija suya llamada Eulalia, con cierta herida que recibió en la ca­ beza, tan profunda que podían entrar dos dedos. Vino en es­ ta ocasión nuestro P. Lorenzo, el cual, movido a compasión les dijo que 110 tuviesen pena, que aquello 110 era nada; lue­ go ordenó a algunas mujeres que estaban en el aposento que se arrodillasen y dijesen el Ave María, y sacando después la — 75 —

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