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Santa Eulalia, vinieron a llamarle de una casa llamada Ferrer de la Creneta pana que fuese a auxiliar a un hijo que tenían moribundo. Fué el siervo de Dios con Fray Juan María de Perpiñán, novicio, rezando juntos por el camino las letanías de Nuestra Señora, y llegando a la casa halló a los padres llo­ rando por considerar a su hijo sin esperanzas de vida; ha­ biéndolos consolado, entró en el aposento en que estaba el en­ fermo a quien después de rezar algunas oraciones dió a besar la imagen de Nuestra Señora. Después, volviéndose a los pa­ dres, les dijo que prometiesen llevar a.1 hijo a visitar la Capi­ lla de Nuestra Señora de la Pobreza que él había hecho en el convento que con esto tendría salud y estaría bueno. Hicie­ ron los padres la promesa o voto y fué remedio tan eficaz que dentro de dos o tres días aquél hijo que lloraban moribundo vino ya sano al convento a visitar la santa Capilla, en cuya ocasión el P. Lorenzo, dándole una imagen de papel de la Vir­ gen le exhortó que fuese muy devoto de María Santísima. Otra vez, en el mismo convento de Santa Eulalia, acercán­ dose la hora de comer, faltaba el pan para la comida de los religiosos, cuya necesidad representó al siervo de Dios Fray Martín de Cerdeña que cuidaba del refectorio, pero él con mu­ cho sosiego le respondió: ‘‘Andad, pohrecito, que no tenéis fe, andad a Nuestra Señora de la Pobreza y decidle la Salve Re­ gina que ella nos proveerá de pan.” Fuése e.1 religioso a cum­ plir esta orden y apenas acababa la Sahe llevaron a la puerta pan, y lo demás para la comida. Más raro fué el modo con que el siervo de Dios proveyó semejante necesidad en el mis­ mo convento. Avisóle el novicio que cuidaba del refectorio que no había pan para cenar y habiéndole respondido, que tenía poca íe y que fuese a Nuestra Señora que ella proveería, to­ mó un compañero llamado Fray Pedro de Gibraltar v juntos salieron del convento con el fin de.buscar pan. Entraron en cierta casa y hallaron una doncella que estaba endemoniada a la cual el varón santo dió a besar la imagen de Nuestra Se­ ñora que llevaba consigo y exhortándola que fuese devota de la \ irgen le dijo que no tuviera pena que no padecería más — 74 —

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