BCCCAP00000000000000000000140

el convento de esta ciudad estando gravísimamente enfermo, fué a visitarlo el siervo de Dios en compañía del P. Fr. Fer­ nando, de Magallón, a tiempo en que por disposición de los ■médicos iban a darle la Santa Unción; no hay necesidad aho­ ra, dijo Fr. Franoisco, guárdenla para cuando isea necesaria ¡que será después de muchos años; era tanto el concepto en que le tenían, que suspendieron el dársela; rogáronle que se que­ dase con su compañero aquella noche, a lo que respondió, tampoco hay necesidad. A la mañana siguiente en que los médicos creían que el en­ fermo había muerto, lo hallaron fuera de peligro. El Doctor Juan Azcoydi, que era uno de los médicos, sospechando lo que había sucedido, preguntó quién había estado con el en­ fermo, y diciéndole que Fr. Francisco, de Daroca, dijo: “yo lo jurara”, y volviéndose a Jerónima Oncinellas, mujer del enfermo, añadió: Su marido está bueno; así fué, pues a los cuatro días dejó el lecho. Refiere el suceso el doctor Azcoydi que lo presenció Francisco Diego de Aínsa, que lo ovó con­ tar al mismo Miguel de Palacios. Añade la crónica, que di­ cho Palacios tenía a la sazón 50 años y que vivió 20 más sin achaque alguno, con que se verificó la profecía en todas sus partes. Obró Dios muchos milagros por intercesión de su siervo, antes y después de su tránsito. Diremos algunos de los mu­ chos que hizo en esta ciudad. Llegó un día a casa de una viuda llamada Isabel Buil a pedir un poco de vino blanco pa­ ra las misas, ella le respondió; cierto Padre, me pena que lle­ guéis tarde porque he acabado de vender toda la pipa y solo han quedado las coladas; replicóla Fr. Francisco que la mi­ rase por' si acaso había algún poco para hacerle caridad; la devota mujer volvió a asegurarle que no había vino, más por darle gusto y porque se viese el desengaño, abriendo la es­ pita halló que salía el vino con tanto ímpetu y tan claro, que después de dar a Fr. Francisco el que quiso, tuvo para el gas­ to de su casa por muchos días, como lo afirmó dicha Isabel a Francisco Diego de Aínsa, según lo testifica éste en su his­ toria. En la casa de Artiga, que ahora es D. Francisco Dome- — 58 —

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz