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las tablas, empleando en la oración las horas que podía qui­ tar al sueño. Er'a tanta su humildad, que el Doctor D. Gaspar Ram, Ar­ cediano de Daroca, dignidad de la Metropolitana de Zaragoza, solía decir que le tenía por tan santo que se le podía decir a él mismo sin el menor peligro de soberbia. Dábase el nombre de Fr. Francisco, el Pecador y si alguno le llamaba Fr. Fran­ cisco no más, le advertía que no le quitase el apellido. Guan­ do decía la culpa eii el refectorio, exageraba sus defectos y permanecía postrado hasta que el Guardián le imponía tres u cuatro penitencias y para que fuesen graves, le tenia dicho que las ofrecía todas por él. Fiel custodio de la virginidad, hizo pacto con sus ojos de no mirar objetos peligrosos. Un día confesó a Fr. Miguel de Gerona, que en 26 años que tenía de religión no había visto el rostro de una rncjer, haciendo propósito de que perseveraría hasta la muerte, habiendo sido casi siempre limosnero o portero. Dióle el Señor espíritu de profecía con que penetraba los secretos de los corazones y anunciaba los sucesos futuros. Es­ tando en oración un novicio después de maitines, a oscuras, combatido de vehementes tentaciones de salirse de la Orden, se llegó a él Fr. Francisco y dándole tres golpes en el pecho, le dijo: Hermanito, deja esos pensamientos, y no padeció más aquella tentación, como lo afirmó el mismo, siendo prelado, añadiendo que no podía saber Fr. Francisco lo que pasaba en su interior si no se lo revelaba Dios. Estando para profesar otro novicio, conoció con luz divi­ na que había de ser muy perjudicial a la Orden; habló a los padres par'a que lo despidiesen; ninguno siguió su dictamen, mas pronto se arrepintieron de no haberlo seguido. A doña Gracia Arnedo, vecina de Huesca y Señora de To- rresecas, previno que había de padecer grandes trabajos, ex­ hortándola a la paciencia; no fué en vano la prevención, por­ que sobreviniendo los trabajos, los recibió como enviados de las manos de Dios. Miguel de Palacios, ciudadano de Huesca, singular devo­ to de los Capuchinos, quien dió el sitio en que está fundado — 57 —

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