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le esperaba, antes con voluntad pronta y alegre, pronunció su discurso con tan gran eficacia y con tan gran fervor, como si se hallara predicando en la basílica de San Pedro. De lo cual quedó gratamente impresionada la Comunidad, de ver cómo un Padre de tantas prendas como él, obedecía tan pronta y ale gremente a sus superiores. “Esto sucedió — dice el antiguo cro nista— no una sino varias veces, no hallándose en la iglesia más que tres o cuatro personas.” Hecha la profesión religiosa empezó a ejercer el apostolado de la palabra por varias ciudades y en especial en Yeai, Anco lia y Ascoli, con tanto entusiasmo y con tanto fruto, que todas las ciudades quedaban maravilladas del valor y eficacia de sus sermones. Distinguióse principalmente su celo en la ciudad de Ancona, donde fundó un orfanotrofio que llegó a ser muy pronto de gran utilidad para toda la ciudad, ya que luego co menzaron los padres de familia a enviar sus hijos para que allí recibieran cristiana educación. Una pr'ueba de que su fama como orador se había exten dido por la Orden, la tenemos en el hecho de que hallándose en Roma, como miembro probablemente del Capítulo Gene ral celebrado el año 1584, y habiendo sobrevenido durante la celebración del mismo la muerte del Rvdmo. P. Juan María de Tusa, Vicario General de toda la Orden, ,fué encargado de pro nunciar su oración fúnebre ante aquella respetable asamblea. Si grandes son los méritos del P. Trigoso como predicador, 110 son inferiores los que adquirió como maestro y como escri tor'. “Mucho estudió, dice la Biografía Hispano Capuchina, y extraordinariamente meditó, los escritos de los más grandes teólogos, llegando a ser uno de ellos. Sin menoscabo de la ob servancia regular y austeros ejercicios de nuestra Orden, era singular su aplicación y empeño en penetrarse bien en las sua vísimas, profundas y devotas doctrinas del seráfico Doctor' San Buenaventura, las cuales fueron luz para su privilegiado enten dimiento y fuego que abrasaba é inflamaba su corazón en el amor de Dios y en una tierna devoción a la Santísima Virgen, al igual que sucedió al seráfico Doctor. Pué, pues, este estudio ai modo de una fervorosa y continuada oración, según puede de- — 368 —
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