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Orden, a pesar de que requerían que nuestros edificios fueran pobrísimos. Aun hoy día puede comprobarse la verdad de esta afirmación, por los vestigios que nos han quedado de los cons truidos en aquel tiempo. Ponían sumo cuidado y empeño en la mortificación del amor propio, en el desprecio de sí mismos y del mundo por que se les acostumbraba a ir cargados por la ciudad de Bar celona y por otras también con las cosas que habían menester para el servicio de la casa. Al cambiarse de convento o de ca sa, ellos mismos llevaban sobre sus hombros sus muebles. Y hacían otras penitencias públicas por la ciudad, las cuales» si entonces edificaban a las gentes, hoy ni sería prudente ha cerlas, ni serían bien recibidas de los pueblos. Con este mismo espíritu se fundó la provincia de Aragón, porque los mismos que fundaron la Orden en España, inter vinieron también en la fundación de esa provincia, y los de más que Vinieron a Aragón religiosos educados en Cataluña recogieron ese espíritu y lo plantaron en la nueva provincia, como el venerable Hermano Fr. Francisco de Daroca, her mano lego, muerto en olor de santidad, y otros muchos. Una prueba inconcusa, viviente de ese espíritu, es el con junto de biografías que en esta obra se relatan. Pero no podemos resistirnos a referir algunas noticias que nos ponen de relieve el espíritu de caridad, que es la reina de todas las virtudes, del cual estaban tan poseídos aquellos pri meros religiosos que llegaban hasta el heroísmo, hasta el sa crificio de la vida, del cual dieron patentes muestras todos los conventos de la provincia, en la que los religiosos se ofrecían a porfía a los Superiores para asistir a los enfermos en las epidemias o pestes que se desarrollaban por las poblaciones asolándolas con terrible mortandad. El Doctor D. Vicente Bar- davíu, en su historia de Albalale, nos pone de manifiesto el espíritu de caridad, heroísmo, abnegación y sacrificio de que dieron prueba los capuchinos de aquella Comunidad en una peste que sobrevino en dicha villa el mes de julio del año 1648, ocasionando numerosas víctimas, lo cual solían hacer poco — 35 —
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