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la Corona de España, a su Rey, doscientos doce pueblos for mados por' ellos en ciento cincuenta años de sacrificios. Para lograr tan señalados frutos han sacrificado sus vidas en glorioso martirio veintisiete religiosos venerables, muchos han muerto envenenados, y el resto de los mil y más Misione ros que llegaron a estas vastas regiones, han muerto agotados y de fiebres malignas; quizá no regresó a su patria un cente nar, y éstos, inútiles. Y tiene que ser así, pues apenas desembarcan, sin vacila ciones se internan en las selvas inexploradas en busca del indio salvaje, en cuyas manos feroces hallaron el martirio sus her manos que les han precedido en la Misión. Verdaderamente, estos hombres que tan fácilmente exponen su vida por la pro pagación de la fe, por la gloria de Dios v salvación de las al mas, tienen que estar ante todo inflamados del amor de Dios y caridad cristiana enseñada por Jesucristo, y tener además una fe viva y ardiente en la protección divina y eterna re compensa que Dios tiene reservadas para las almas generosas que todo lo sacrifican por amor suyo. Ante estas consideraciones juzgan baladí todas las cosas y conveniencia del mundo, y sin excitación cambian el descanso del convento por una lucha continuada, hasta que llega la muerte, que ellos consideran coino una palma de mártir, a mi juicio, bien ganada. Unico móvil de una vocación que nos cau sa admiración y que tiene que venir de Diios y que trae tantos bienes a la humanidad; pues sin la abnegación de los Misio neros se quedarían sin disfrutar de la civilización y de los bie nes inestimables de la fe católica la multitud de indios que pueblan los bosques de toda América descubierta por Colón.’1 Y para terminar. No solamente fueron grandes los benefi cios que los indios de Venezuela y de Curnaná, en particular, reportaron de los Misioneros Capuchinos en el orden espiri tual y sobrenatural, como queda consignado en estas páginas, sino que también fueron considerables los beneficios de orden secundario y temporal que recibieron de los mismos. Debido a su influjo y enseñanzas, la agricultura prosperó de tal modo — 360 —
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