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éxtasis y otros excesos mentales, poniendo a la vez así los su­ periores como los súbditos tanto empeño en ocultar estos fa­ vores celestiales a los ojos de los mortales, que los superiores reprendían a los que los tenían, o mejor dicho, procedían, co­ mo si estuviera en sus manos el evitarlos. Y aconteció alguna vez que algunos quedaban en éxtasis en el mismo acto en que eran reprendidos por ello. A pesar de esto estaban tan alegres y contentos los religio­ sos que no echaban en falta los deleites de los sentidos y de la gula. Según dicho cronista, era tan pobre su comida ordina­ ria, que el día de San Francisco en que suele permitirse una comida más exquisita y abundante, consistió la del convento de Santa Eulalia, que era la casa matriz y residencia del pro­ vincial, en pan cocido con aceite por no tener carne, ni otra cosa mejor. No pedían limosna de viandas delicadas, y cuando en al­ guna ocasión las enviaban los devotos y bienhechores, reci­ bían lo que les era necesario y lo sobrante lo rechazaban. La comida ordinaria de los conventos fué siempre una so­ la escudilla de legumbres o habas cocidas y una ensalada con vinagre, sin otro principio ni postre, porque la fruta no la guardaban mucho tiempo y se servían de ella en las cola­ ciones. Para que la carne no se rebelase contra el espíritu o al menos no tuviese fuerzas para los vicios que hacen guerra a la castidad, los religiosos sanos andaban descalzos sin sanda­ lias, dormían sobre las tablas desnudas, y cuando el frío era intensísimo, .sobre esteras, y se vestían del paño más vil y aus­ tero que conocían, que era el sayal de Génova y de Sácilia, aunque érase permitido por las Constituciones las sandalias y ios jergones y los paños de la región en que se vive, que eran algo menos austeros y más finos que los paños extranjeros. La pobreza no desmerecía en nada de la mortificación. No sólo se echaba de ver en la comida y en el vestido, como queda dicho, sino, que campeaba y brillaba de un modo especial en los edificios. Estos los hacían más pobres y viles aún de lo que pudieran construirse conforme a las constituciones de la — 34 —

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