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esta provincia (1) y con él se caminó tanto tiempo q¡ue llegó el P. Fr. Arcángel de Alarcón a ver un buen número de con ventos y religiosos, y muchos de éstos tan aprovechados en el desprecio de sí mismos que, olvidados de todo lo que hay en el inundo, se transformaban en Dios por amor y por largos intervalos de tiempo quedaban como insensibles.” Sabía este Padre (el P. Alarcón) que si el grano de tri go sembrado en la tierra no muere, carece de fruto, y porque deseó cogerle en abundancia, no sólo insistió en mortificar en sí y en los de su compañía el apetito de la propia estimación, mas aun puso particularísimo cuidado en arrancar cuanto e3 posible las raíces del amor propio, mediante la mortificación de los sentidos. Y para lo primero insistió en que se acostumbra sen los frailes a no avergonzarse de ir cargados por la ciu dad de Barcelona con las cosas que habían menester para el servicio de la casa, como son escobas para barrer, espuertas para llevar la basura, esteras y tablas para dormir, vasos para hacer la colada, cántaros para el agua y sarmientos con que> calentarse en tiempo frío y todas las demás cosas que podían llevar.” Como el recogimiento, silencio y oración son los medios eficaces par'a alcanzar el amor de Dios y las virtudes, quiso el P. Alarcón que se guardase en los conventos estrechísimo y casi perpetuo silencio, y además de las dos horas diarias de oración señaladas por las Constituciones y acostumbradas en todas las provincias de la Orden en Italia, la una, después de los Maitines a media noche y la otra por la tarde, antes de la cena, añadió en España una tercera hora de oración, antes de la comunión y respectivamente de la celebración de la Misa. En los días festivos aun se prolongaba más este ejercicio y las demás devociones, pues los religiosos no salían del coro du rante toda la mañana desde Prima hasta la hora de la comi da al mediodía. De aquí provenía el recibir los religiosos grandes favores y dones de Dios, como don de lágrimas, de arrobamiento, de ií ) La de Cataluña. — 33 —
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