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les que habitan en la provincia de Guayana, que está cercana al gran río Orinoco en aquella parte que mira de Oriente a Mediodía; pero los que con mayor instancia piden Ministros del Evangelio son los indios infieles que habitan en la pro­ vincia de Santa Marta, muy cercana al mar Océano, en la América, entre las prov¿ncis de Cartagena y de Caracas. La cual provincia con todo su territorio, habitada de in­ fieles tiene de distancia seiscientas leguas hasta el lugar de Mar'acaibo; en este territorio hay muchas naciones de infie­ les y la que principalmente y con mayor conato busca opera­ rios Capuchinos para su doctrina, enseñanza y conversión, son los indios llamados Cocinas. Nosotros con grande dolor no pudimos hacer lo que nos pedían, porque distan muy mucho dlef nuestra Misión en la cual no hay más que trece sacerdotes y tres religiosos legos, todos los cuales están distribuidos y ocupados en las nuevas poblaciones de las provincias arriba referidas, que encierran en sí dilatados territorios, por los cuales han de pasar los Misioneros con gran trabajo, para persuadir a los moradores infieles, para que se junten con los que viven en los lugares hechos, donde viven con gran gobierno y política y haciéndolo de esta suerte, mejor y más fácilmente puedan oír la palabra de Dios, y convertirse a nues­ tra santa fe, sin riesgo de dejarla. Esta obra pide y lleva mucho tiempo, y es carga y trabajo insuperable, aunque no tanto ahora después de la conversión de los caribes principales y ser muchos los que nos acompa­ ñan y asisten en este ejercicio, y nos ayudan a la predicación y conversión de los que están infieles, con el trabajo repetido de andar continuamente de unas partes a otras para cazar almas, no se cogía otro fruto que el de padecer mucho; ya mejorados los tiempos, la semilla de la palabra de Dios ha dado el fruto en unas partes de treinta, en otras de sesenta y de ciento, y no pocas vece? de doscientos en tantas almas u ovejas que estaban perdidas, dejan su propia tierra, sus la­ branzas y propias casas y siguen al Predicador, que las llama en nombre del Pastor Divino y las convida a la Cena grande <ie la gloria, y cuando’vienen, ordena los que antes que lleguen — 347 —

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