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todas partes y especialmente para -Los Llanos, sitio de donde ce han sacado innumerables vacas, sebo y corambre, con cuyos medios se sustentó en ese discurso de tiempo toda la provin­ cia, los castillos y fortalezas, y se pagaron los salarios de los Ministros reales. Todo lo cual (después de Dios), se debió a la solicitud y continuos desvelos de los Capuchinos.” “Tanta prosperidad, dice el P. Loriares, duró poco tiem­ po, pues por la codicia de algunos encomenderos, que con pretexto de que se les habían huido algunos indios encomen­ dados suyos, penetraron en los pueblos de San Salvador y San Francisco, situados en las riberas del río Guarapiche, queman­ do algunas casas, se alborotaron terriblemente los indios y de tal manera se excitaron, que 110 pudiendo castigar a los enco­ menderos que habían huido, quisieron vengarse en los Misio­ neros, que no tenían culpa. Con este motivo la mitad de los indios del poblado de San Francisco huyó a los montes, y no fué posible volver la re­ ducir los fugitivos. Imagínese el lector la pena que esto habría producido a nuestro Misionero, al ver destruido en un punto gran parte de lo que él había conseguido con tantos sudores, trabajos y fatigas. Esto tuvo lugar el año 1669, o sea, a los cinco años de la fundación de San Francisco, y ai partir de esta fecha, no fué poco lo que tuvo que sufrir la población, así como todas las demás conversiones de Cumaná, siendo muy delicada la si­ tuación de los Misioneros en los cinco años siguientes, quienes estuvieron muchas veces en peligro de morir asaeteados por los indios, hasta el 1674 que desapareció totalmente el pueblo. “En la que principalmente se reconoció mayor daño, dice el P. Lodares, fué en la de San Francisco, por ser la más moder­ no, y menos radicada en la fe, y también por estar más in­ mediata a los caribes. Padecían los Misioneros continuos so­ bresaltos, pues así los caribes como los otros indios en gue­ rra, que se les habían juntado, embistieron varias veces esta población, para poner miedo a los indios que habían quedado en ella, fieles al Misionero. Pero viendo que nada conseguían, se resolvieron a destruirlo. — 318 —

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