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éxito, pues como hemos dicho, no tienen estos indios lugar fijo, y nunca sabemos el paraje donde se pueden hallar, por­ que se ocultan cuidadosamente a fin de que no demos con ellos...” Y después de sacarlos de los montes, “ todavía les queda (a ios Misioneros), por hacer lo más penoso, pues lo mismo los gentiles que los apóstatas fugitivos, salen todos desnudos de ios montes, y aquí principian los mayores afanes y angustias que se pueden imaginar. •‘Hemos de hacerles casa, diarles vestido, que apenas les du­ ra tres meses, y mantenerlos un año hasta que hagan y re­ cojan su cosecha, y para esto es preciso que les demos he­ rramientas, siquiera las más necesarias, como hacha, machete,, cuchillo y arado, y además semillas.” “Tiene que salir todos los días el primero para señalar a cada indio el trabajo que debe hacer; porque es tan gi<ande su flojedad y tanta la torpeza para el trabajo, que, sin ia presencia del Misionero, no hacen cosa de provecho.” ‘‘Tiene el religioso que enseñarles todo; a. cultivar la He­ rí a, a hilar, tejer, hacer su ropa y todo lo necesario de la vida doméstica; tiene que ser' maestro, carpintero, albañil y arqui­ tecto, y también médico, enfermero y padre de familias, qu& les ha de proveer de todo cuanto necesitan, pues 110 tenemos otro recurso.” Véase, pues, el trabajo y mérito de nuestro Misionero en reducir los indios salvajes, entrando a buscarles en los montes* construyendo sus viviendas y la casa del Misionero y la iglesia del pueblo, enseñándoles las verdades de nuestra religión cris­ tiana, administrándoles los sacramentos y siendo él todo en el pueblo, no sólo por su calidad de fundador de la conversión de San Francisco, sino aun más por la voluntad de los mismos que de buena gana se sometían al paternal gobierno del Padre, y en ninguna manera querían estar toajo el mando de los de­ más españoles, ya por el odio y rencor que sentían contra los extranjeros, y ya también por estar enterados del mal trato que les daban algunos encomenderos. Esto mismo se confirma en una Relación presentada por el — 316 —