BCCCAP00000000000000000000140

ña, dando por único motivo decir que no asistían a las Misio­ nes y que se apartaban del trato con los indios, que era el fin para eül que Su Majestad los había enviado y lo confirmó di­ ciendo que era notorio en la ciudad que habían estado mu­ chos días allí, con el pretexto de predicar cuatro sermones y recoger limosnas para su sustento”. El mencionado personaje supo pintar las cosas con tan vivos colores, que logró que Su Majestad despachase una Real Cédula, con fecha de 25 de septiembre de l(í60, ordenan­ do que los Capuchinos aragoneses que estaban en Venezuela, dejaran las Misiones y regresaran a España. Esta era la segunda vez que en el espacio de ocho años, se les ordenaba retirarse de la Misión por mandato del Rey. Cuando llegó a Venezuela esta Real Orden, ya estaban to­ dos los Misioneros en sus respectivas Misiones, y habían ven­ cido las primeras dificultades, según el P. Lodares (1), fundan­ do en Los Llanos la población de Tucuragua y en Cumaná Nuestra Señora de los Angeles, de Guácharo. Reconociendo es­ tos grandes adelantos en la propagación del evangelio y re­ ducción de los indios, los Gobernadores de Caracas y Cuma­ ná, de acuerdo con los Cabildos eclesiástico y civil, se opusie­ ron a que los Capuchinos abandonaran sus Misiones, y en este sentido escribieron al Consejo de Indias. No obstante, el P. Prefecto creyó necesario enviar a Espa­ ña dos Padres a fin de presentar al Rey un Memorial en que se defendía y justificaba el proceder v conducta de los Misio­ neros contra las falsas acusaciones de sus émulos y enemi­ gos, siendo designados al efecto nuestro P. Tauste y el Padre Frías. La partida para España de nuestro biografiado, debió ser a principios del año de 1661. Presentaron al Rey un Memorial, y después de detenido es­ tudio, asesorado el Monarca por el Real Consejo de Indias y del Provincial de Castilla, convencióse Su Majestad de la ino­ cencia de los Misioneros y expidió otra Real Cédula que lle­ va fecha del 2C de Octubre de 1662, dirigida al Capitán ge(1) Lodares, t. I, págs. 43 y 44. — 313 —