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las pobres almas de los salvajes, sino acrecentándose cada vez más, ya que no había podido logi'ar lo que deseaba en A frica , pidió y obtuvo su traslado a América a la Misión de Cuma- ná confiada a los Capuchinos aragoneses y en compañía del P. Tauste, de quien después liaremos mención, marchó allí el año 1663. Durante veintisiete aúus trabajó incansablemente en Cu- maná, en la reducción de los indios y en la fundación de pue­ blos, como dice el P. Torrelosnegros (1), en la relación de las fundaciones de conversiones o pueblos hechas por los Capu­ chinos aragoneses. Hablando del pueblo de Nuestra Señora del Pilar, dice: “ Esta conversión tuvo principio en el año 1662, en el día primero d'í Mayo, en las cercanías de Los L la ­ nos de esta Provincia, tuvo permanencia en dicho sitio hasta el año 1674, que en 25 de Marzo fué destruida por los indios levantados y franceses, y en el a'ño siguiente fué reedificada en el valle de Ghupampar, muy remoto del antiguo sitio, de donde también se trasladó al valle de Chicantar, por ser mal­ sano oi referido Cluipampar” . Fundó esta Misión en todos lo* sitios el P. Felipe de H íja r, predicador verdaderamente apostólico, quien padeció inmen­ sos trabajos en la reducción de estos indios, y abrumado de aquéllos se imposibilitó de tal suerte, que perdió hasta la vista enteramente, pero no por eso dejó de continuar en catequizar e instru ir a dichos indios, hasta que murió lleno de méritos” . En una nota a este propósito del P. Lodares, se dice que el P. Torrelosnegros sufrió una equivocación al decir que el Pa­ dre H íja r, fundó esta Misión en todos los sitios, pues este Pa­ dre no había llegado a Cumaná hasta el año 1663, y la fun­ dación primera la hizo el P. Carabantes el año 1662. Pero de ledos modos se ve que el P. H íja r sustituyó al P. Carabantes en el pueblo de Nuestra Señora del P ilar, cuando éste regr'esó a España, y que él es quien hizo las demás fundaciones, cuan­ do fué destruido por indios y franceses coaligados. “ Esta Misión, continúa el P. Torrelosnegros, se erigió en (1) Lodares, t. II, pág. 113 — 305 — 20