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fiemo, si no tratáis de recibir la fe de Cristo que os venimos a predicar.” Enterado de esto el primer Ministro del Rey, agarró al Pre­ fecto del hábito, lo sacó arrastrando por el suelo al patio, y otros de su séquito hicieron lo mismo con su compañero, el P. Felipe. Sacáronlos de la ciudad y lleváronlos a Goto, donde los pusieron en el turco, esto es, la cárcel, en la que estuvieron al­ gunos meses, tanto nuestro biografiado como el P. Prefecto, padeciendo en ella gravísimas penalidades de hambre, sed y calor y cercados a todas horas de bárbaros que querían acabar con su vida a fuerza de trabajos y sufrimientos. Providencialmente aconteció que llegaron a Goto dos here­ jes, uno inglés y otro holandés, y éstos, aunque de ordinario eran enemigos acérrimos de los Misioneros católicos, los liber­ taron de la cárcel y los llevaron a su factoría donde los tuvie­ ron cinco meses. Viendo cerradas las puertas para la evangelización del Benin, embarcáronse en un navio inglés con intento de vol­ verse a Europa, más acaeció que al día siguiente, contra su designio, se hallaron en la Isla del Príncipe, cercana al Congo y sometida a los portugueses. Los habitantes de ella que eran católicos, se vieron contentísimos sobre toda ponderación de ver a llí Misioneros católicos y durante seis meses que estu­ vieron en la isla, se aprovecharon de la predicación de los Pa­ dres, y de la recepción de los Sacramentos con grande fruto para ellos. E l capitán de un navio portugués, en el cual se embarcaron, en vez de llevarles a donde deseaban, receloso de que los habitantes de la Isla del Príncipe se aficionasen de­ masiado a los españoles, los llevó presos a Portugal, sufriendo en el viaje 110 pocos trabajos. I)e Lisboa pasó el P. Felipe a E s ­ paña con los demás Misíioneros de la expedición que quedaban con vida, y así terminó esta Misión. No es claro a punto fijo el tiempo que permaneció este siervo de Dios en el Benin, pero debió ser poco más de dos años, por lo cual estaban ya en la provincia de Aragón el año 1653 o el 1654. No con esto se extinguió en él su celo por la salvación de — 304 —

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