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tamiento y resolvieron de común acuerdo, pedir a los Padres se quedasen con ellos, paia que los hicieren cristianos”. Mas ellos se excusaron con la obligación de cumplir la Misión del Santo Padre, que era la de ir al Reino del Benin. Llegados al Benin y manifestando su deseo de entrevistarse con el Rey, fueron impedidos de ello por mucho tiempo por sus ministros, a quienes entregaron los Misioneros las cartas que llevaban de Su Santidad y que los acreditaban como Mi sioneros enviados por él al reino del Benin, más no se las en tregaban, aun cuando el Rey estaba en buena disposición pa ra con los Misioneros, como se rió después. Mucho sufrieron los religiosos de parte de los Ministros del Rey, a resultas de lo cual murieron y pasaron a mejor vida, los Padres José de Jijona y Eugenio de Flandes. Al fin lograron los Misioneros entrevistarse con el Rey del Benin, del cual fueron bien recibidos, y a quien por medio de intérprete hicieron saber el contenido de las cartas del Papa, Pero los Ministros que tenían al Rey como secuestrado, des barataron todas las esperanzas de los religiosos. Ya que no les era posible tratar con el Rey por' la vía ofi cial y diplomática como enviados del Papa para implantar allí la religión católica, trataron de predicarla ante numeroso público en ocasión que se celebraba en el palacio del Rey un horroroso sacrificio humano de doscientas víctimas sacrifica das al demonio. Con esta ocasión tuvo que sufrir grandes ul trajes y vejaciones nuestro P. Felipe, a quien escogió el Pa dre Prefecto por compañero para esta aventura, que bien po día costarle el martirio, para el cual se prepararon con la re cepción de los sacramentos y larga oración. Luego que pasaron tres grandes plazas o patios y llegaron a un sitio bastante cercano del en que estaba el Rey, ya que no podían hacerlo de palabra, confesaron la fe de Cristo, y arrojaron unos papelitos que tenían escritos en su lengua, en los cuales se leían estas palabras: “Rey del Benin y los que aquí estáis; mirad que ofendéis gravísimamente a Dios con estos sacrificios del demonio. Mirad que os condenáis al in- — 303 —
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