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. Como la choza estaba construida de paja y madera, cubier ta por encima de cañas y tierra, en un momento aidió toda ella, quedando los cadáveres sepultados entre las brasas y la ceniza durante tres días. De este modo tan trágico consiguieron los sacrilegos homi cidas, lo que ni con promesas ni con amenazas habían logrado en vida del Misionero, y se llevaron consigo a los montes a la mayor parte de los que formaban el poblado; pero pudie ron escapar unos pocos y fueron a dar cuenta de este san griento suceso a Cumanacoa o San Baltasar de los Arias, y enterado de lo sucedido el Gobernador de Cumaná, mandó gente armada para capturar a los malhechores y castigarlos con un ejemplar castigo. A los pocos días cayeron éstos en manos de la justicia, y convictos y confesos, después de haber relatado lo ocurrido, fuer'on castigados los culpables con la pena capital. Los religiosos que moraban en los lugares más cercanos y algunos cristianos de las conversiones más próximas, marcha ron a San Miguel con el piadoso objeto de recoger los cadáve res y darles cristiana sepultura, Llegados a>l pueblo, a la sazón - abandonado por sus habitantes y viendo la residencia del Mi sionero que no era sino un montón de escombros y de ceniza, creyeron no hallar otra cosa que los huesos de los cadáveres ya calcinados, pero cuál no sería su sorpresa, cuando apa reció el cadáver del santo religioso entero y como si acabaran de asesinarle. A este prodigio sucedieron otros no menos maravillosos, con los cuales quiso el cielo dar testimonio de~cuárr preciosa había sido a los ojos de Dios la muerte de su fiel siervo y celoso Misionero. Reducido a cenizas el santo hábito, quedó no obstante intacta la parte de él donde conservaba unas re liquias; tampoco se notó la acción del fuego en su ropa in terior, que estaba blanquísima, y lo que más causó la admi ración en los circunstantes fué, que sacado el cadáver de entre los escombros, empezó a manar sangre en abundancia por las beridas de las flechas, con gran estupor de todos, quienes no — 295 —
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