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estos malhechores frustrado su intento, concibieron el diabólico ]>lan de quitar la vida al P. Miguel, como único medio eficaz para conseguir que los moradores de San Miguel se fueran con ellos a continuar viviendo la vida salvaje de los bosques. Y como lo concibieron así lo realizaron, pues no había de faltarles ocasión para ello. Era costumbre de los Misioneros visitar diariamente las casas y familias que componían las llamadas conversiones de las indios, enterarse de los enfermos que en el pueblo hu­ biera, auxiliarles espiritualmente y aun corporalmente, se­ gún los medios con que cortaba la Misión, componer los plei­ tos, divergencias y desavenencias que eran muy frecuentes entre los indios. Y no ignorando esto los nuevos huéspedes, creyeron ser ésta la coyuntura más favorable pa»a realizar su criminal designio. Y en efecto: Después de celebrar la Misa y hacer los demás ejercicios acostumbrados y diarios, salió el P. Miguel como de costum­ bre y fué visitando sus viviendas hasta llegar a la casa en que estaban ellos alojados. Encontrólos tristes, melancólicos y cariacontecidos, con lo que se confirmó en la sospecha de que tramaban su fuga y vuelta a los bosqres, para evitar lo cual, estúvoles haciendo una larga exhortación. Hablóles de la ne­ cesidad de permanecer en compañía de los demás, para poder gozar' como éstos de las ventajas que proporciona la vida so­ cial sobre la vida salvaje. Sobre todo les ponderó la gracia de la instrucción cristiana, V la dicha inmensa de aprender las verdades de la fe, para que viviendo conforme a ellas, con­ siguieran lo único verdaderamente importante para todo hombre que es el negocio de la salvación del alma y la con­ secución de la bienaventuranza eterna, a lo cual se oponía la vida viciosa en extremo que llevaban en los bosques. A todo esto y otras muchas razones y consideraciones que les sugería el siervo de Dios, nada respondían, permaneciendo sentados, cabizbajos y silenciosos, lo que dió un poco que pen­ sar al buen Padre. Siendo ya mediodía y teniendo necesidad de tomar la pobre refección acostumbrada, despidióse de ellos y se dirigió a su hospicio que estaba muy cerca. Apenas vol— 293 —

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