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Estaba reservado para los pobres hijos de San Francisco el evangelizar aquella región pobre, a fin de que íhubiera cierta conformidad entre el instituto y el país, entre unos y otros pobres. A estas razones unieron sus ruegos el Ilustrísimo Si'. Obis po de Puerto Rico, Dr. Fr. Hernando Lobo de Castrillo, que se hallaba entonce® en Gumaná, el Golher'nador de esta provin cia, D. Gregorio de Caslelao y Mantilla, D. Francisco de Rada y D. Diego López de Escobar, ex-gobernadores de Guayana y) Trinidad. Todos reunidos en Junta especial, fueron de parecer que los Misioneros aragoneses debían ir a evangelizar a los Cumanagotos y Palenques, ofreciéndoles cuanto fuese necesa rio para él buen éxito de la Misión; y como los religiosos ma nifestaren alguna duda acerca de las facultades que tenían de Roma y del Consejo de Indias, se estudió detenidamente este punto en la reunión, y acordaron que, a pesar de eso y no pudiendo entrar en la isla de Granada, sería muy del agrado de Dios, servicio de Su Majestad y gran beneficio para toda la provincia, el que fueran a los indios cumanagotos y Piritus, que ellos se encargaban de informar al Rey, a la Sagrada Congregación y de obtener nuevos despachos. Además el P. Prefecto ordenó a Fr. Francisco de Pamplo na que escribiera a Su Majestad y al Consejo de Indias, dando cuenta detallada de cuanto había pasado en la isla de Granada y lo acordado en la reunión de Cumaná, con la aprobación del Ilustrísimo Señor Obispo de Puerto Rico, suplicándoles tuvieran a bien aprobar la residencia de los Misioneros Capu chinos entre aquellos indios. El P. Prefecto escribió también a la Sagrada Congregación, avisando de todo lo sucedido. Con todas estas precauciones y resguardos (que bien fue- ion menester), salieron los; Misioneros de Cumaná y se enca minaron al puerto de Cumanagotos; pasaron luego a los in dios Piritus, dos leguas al interior; estos 'indios los recibieron con demostraciones de benevolencia y tes llevaron a las casas de los más principales y 9e fueron juntando muchas familias, en la población, pensando entonces los Misioneros, en cons— 261 —
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