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la servilleta el pan que para él estaba preparado y lo dió al pobr'e. Pero ¡oh prodigio!, en aquel mismo instante se le apareció Jesucristo pobr’e en la persona del pobre y dándole las gracias por su caridad con los pobres, desapareció la vi­ sión. Religiosos dignos de crédito depusieron como testigos de quo en esta ocasión Jesucristo le prometió la vida eterna. Cierto es que, aun sin revelación particular como en este ca- « so, el mismo Señor afirma que la gloria de los bienaventu­ rados es para aquellos que, como nuestro biografiado, prac­ tican las obras de misericordia, y dirá a sus escogidos el día del juicio: “Venid benditos de mi Padre a poseer el Reino dé­ los Cielos, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de befoer, estuve desnudo y me vestísteis,, enfermo y me visitasteis”. Y preguntándole ellos al Juez Su­ premo, cuándo sucedió eso, les dirá: “ Lo que hicisteis a uno de mis pequeñuelos, a mí me lo hicisteis” . Con este espíritu de fe hacía este santo Hermano las limosnas y recibía a los pobres, premiándole el Señor1 de manera tan singular su ca­ ridad con ellos. No podía ver con 'buenos ojos el espíritu maligno, enemi­ go del género humano y de un modo especial enemigo de las simas santas, el cúmulo de virtudes y méritos, con que este varón verdaderamente seráfico y genuino hijo de San Fran­ cisco, se conciliaba la gracia de Dios y las bendiciones del cielo, por lo que trató de tomar venganza de él y atormentarle de varias maneras. Unas veces, tomando figuras horribles y monstruosas le acometía con furia infernal y le arrojaba en tierra, otras le flagelaba con crueles azotes y otras sacán­ dole violentamente del lecho, lo dejaba caer en el pavimen­ to. Mas el siervo de Dios, tomando de esto ocasión y materia para más ejercitarse en la virtud y en la paciencia, cuanto más vehementes eran estos tormentos inhumanos, tanto más ilustres y brillantes pruebas de su paciencia se hicieron pre­ sentes a todos. Movido del deseo de la mayor gloria de Dios y del celo por la salvación de los infieles, marchó animosamente a la Misión del Congo con otrus cinco compeñeros religiosos y 252 —

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