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firmase y terminase la Misa lo antes posible, lo cual cumplió puntualmente este varón tan obediente como devoto. Los secretos celestiales revelados por Dios a su siervo en los éxtasis así como otras machas cosas admirables, dicen los manuscritos, cayeron ai olvido ya por el cuidado que ponía en ocultar los secretos del corazón, conforme al consejo que dió el ángel a Tobías, arcanum Dei abscondere bonum est, y ya también por las vicisitudes contrarias de los tiempos. Y par'a que no se ensoberbeciese su espíritu con tantas y tan singulares gracias y beneficios sobrenaturales recibidos del cie­ lo, ni presunción alguna engañase su espíritu, lué probado por el Señor con gravísimas tentaciones de la carne, con las cuales empezó a ser atormentado tan fuertemente que no sa­ biendo ya qué partido tomar par'a vencerlas, se le vió sumer­ girse como un valeroso atleta en un río de agua frígidísima y de curso acelerado, sin qur fuera bastante para dejar de hacerlo los hielos y los fríos de un invierno riguroso. Con eslas armas venció y extinguió el fuego de la concupiscencia; con este escudo se defendió del espíritu del mal y lo venció de tal manera que, según deposición de su confesor, no sintió en el resto de su vida, por singular favor del Señor, los estímulos de la naturaleza corrompida. Religioso de tan agigantado espíritu de penitencia y de tan ardiente amor a Dios, era muy a propósito para la misión del Gongo, y digno de figurar en la primera expedición que marchó a él, en compañía del conductor de la misma Fray Francisco de Pamplona. Efectivamente embarcóse formando parle, como queda dicho, de una expedición de doce misione­ ros, el día 20 de Enero del año 1645 en el puerto de Sanlúcar de Barrameda, llegando al Congo el 25 de Mayo del mismo año, en cuyo tiempo, dice el P. Anguiano, reinaba D. García II, hermano de D. Alvaro, el cual fué el décimo séptimo Rey cristiano de los del Congo y el que recibió dicha Misión, y el Breve de nuestro muy Santo Padre Urbano VIII para fun­ darla. Después de varias peripecias y peligros de navegación, desembarcaron en el Congo en la población de Pinda, donde — 246 —

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