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que todo él y con todas sus fuerzas, se empleaba en el bien y obsequio de sus hermanos, sobrellevando siempre las an gustias e injusticias más atroces con paciencia y maravillosa igualdad de ánimo; y aun en las mayores adversidades y con trariedades fué siempre el mismo sin perder nunca la serenidad de espíritu. Nunca se apartó un punió de la seráfica pobreza, tan ama- aa de San Francisco, y fué tan solícito en la observancia de la misma, que jamás quiso recibir ni tener cosa alguna para su uso fuera de aquellas que son del uso común de los re ligiosos y> que concede la Comunidad. En la construcción de lo? edificios y conventos que se le encargaron, entre ellos el de Tudela, tuvo tan presente la seráfica pobreza, para no faltar a ella, que no permitió cosa alguna preciosa o supenflua, sin*- qfue ajustó en un todo las obras a la norma prescrita en nues tras Constituciones y al espíritu de la Regla; y como buen operario evangélico, él también tomaba parte en ellas y tra bajaba uniéndose a los demás operarios y llevando como ello», pondus diei et aestus. Fué muy amante de la oración, la cual era en él continua y la ejercitaba de una manera muy elevada, tanto, que por' muchas y graves que fueran sus ocupaciones no eran capa ces de apartar al siervo de Dios de la contemplación y asis tencia al coro. Principalmente se manifestaba este espíritu de contemplación mientras celebraba el santo sacrificio de la Misa, en la cual no estaba en su mano el moderar su oración por lo que se alargaba muchísimo el tiempo de la celebración. Una vez, celebrando el incruento sacrificio de la Misa en el convento de Zaragoza, padeció un exceso mental un poco an tes de la consagración d^ la? especies sacramentales, el cual duró tanto tiempo que causó gran admiración entre los oyen- les y por manera que el religioso que servía el altar, para que tanta polijidad 110 resultase fastidiosa a los oyentes, ni por eso se enfriase la devoción de los mismos a la Santa Misa, creyó conveniente avisar al P. Guardián de lo que pasaba. Presentóse éste al momento y ordenó al P. Miguel que con- 245 —
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