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milde religioso respondió que, efectivamente había sido lau­ reado en Filosofía y Teología antes de su ingr'eso en la Orden, en la Universidad de Zaragoza. Entonces queriendo el Sr. Obis­ po que 110 permaneciese oculta bajo el celemín como hasta entonces esta antorcha luminosa, sano que brillase y se em­ please en utilidad de los fieles, le concedió amplias y perpe­ tuas licencias de confesar', las cuales usó en adelante en pro­ vecho y utilidad de las almas. Asi quiso Dios exaltar al P. Antonio ante los hombres por este género de humildad, el cual juzga San Juan Crisóstomo por más raro y difícil que el resucitar muertos. Esta humil­ dad tiene mucho de parecido con la tan admirada y alabada del Abad Marcos, de quien se refiere que estuvo oculto dur*an- te ocho años en la ciudad de Alejandría, llevando vida de obrero en traje despreciable y tenido por todos como simple, y que fué descubierto por' precepto de su prelado. Si el Padre Guardián no hubiera obligado al siervo de Dios a manifestar sus conocimientos, hubiera continuado en su humilde oficio de portero hasta su muerte como un Padre iliter’ato y rudo que no valía para más. Hasta esta ocasión, dentro y fuera del convento era tenido como santo, pero desde este momento, fué apreciado y vener'ado también como sabio. Quería también el Señor manifestar cuán grandes eran los méritos de este su sier'vo ante la divina presencia concedién­ dole lux especial para los sucesos ocultos y futuros. Una mujer llamada Francisca Calahorra estaba sumamen­ te afligida por creer que su marido José de Ciordia, ausente, había padecido algún descalabro en su fortuna y que habría muerto, pues así se lo decía su corazón. En este estado de áni­ mo marchó a nuestro convento y refirió al P. Guardián la cau­ sa de su dolor; pero sucedió que, viendo casualmente al Pa­ dre Antonio, se dirigió a él en busca de consuelo, diciéndole “ ¡Oh P. Antonio,, si tu quieres puedes aliviar mi dolor!” y cerciorado de la tristeza de la mujer* y de la causa de ella, i» respondió el P. Antonio: "Sabe, ¡oh mujer!, que tu marido no está muerto, aun cuando esta noche ha estado en gran peligro, y dentro de breve tiempo vendrá a casa y le verás con — 231 —

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